Con toda la problemática y expectativas de cara al proceso de paz vividas en el país, donde el plebiscito ha traído tantos enfoques y debates, cuando esta Colombia se percibe dividida por conceptos profundos y modeladores de un futuro incierto, reconociendo que todo lo anterior está enfocado hacia una anhelada paz; sacamos del cubilete y en medio del debate una semana de receso para los colegios.
Se trata de un alto en las labores académicas que busca dar un respiro a los estudiantes, permitiéndoles disfrutar una pausa en sus deberes, pero por esta época es algo traído de los cabellos, pues todo el país se encuentra laborando, preocupado por el actual devenir y preparándose para enfilar sus gastos hacia diciembre, último mes del año, época de navidades, acompañadas de las consabidas fiestas, viandas, regalo y francachelas sociales; para colmo de adversidades este año coincidió la semana de receso con el día de la raza, culminado la mentada vacación en puente o lunes festivo, extendiendo con ello la lúdica del periodo, es decir, fueron mal contados, de viernes a martes diez días, diez días que lo padres debieron recurrir a toda clase de astucias y recursos para atender ese asueto que, de un momento a otro, invadió la paz y sosiego del hogar.
Este descanso se ha venido programando en los últimos años con el subterfugio de promover el turismo, por lo menos así lo entienden los padres de familia, o así se lo han vendido; sin embargo a los ojos de las parentelas son más negativas que positivas, las estelas que al final deja la experiencia vivida en estos lapsos de ocio
No me propongo entrar a calificar lo acertado o equivocado del programa, solo quiero llamar la atención de la situación que viven los padres y progenitores con este evento, periodo de tiempo que les demanda atención a sus hijos mayores y cuidado de los menores, obligándose a pedir auxilio de familiares que tengan la capacidad en sus actividades cotidianas, para atender esta demanda de compañía, control y seguridad; los habrá que lleven los párvulos a la oficina o lugar de trabajo; otros pagaran guardería y zonas de recreo extra, no faltarán aquellos que recurran a los abuelos o amigos para cubrir la eventualidad, que no deja de ser una situación engorrosa y compleja.
Valdría la pena revisar este programa que lejos de traer solaz y alegría, es portador de problemas para el núcleo familiar y sobra referirnos al tema económico que, como ya lo manifestamos, apunta al ahorro pre- navideño. Si las autoridades del ramo revisan el tema seguramente identificarán los puntos negativos, entendiendo que las programaciones de vacaciones y recesos, se deben empalmar con épocas de disponibilidad laboral, familiar y social.