Dilma Rousseff, Xiomara Castro, Laura Chinchilla, Michelle Bachelet, Mireya Moscoso, Violeta Barrios, Cristina Fernández y Claudia Sheinbaum fueron elegidas democráticamente como presidentes de sus países. Siete mujeres que rompieron con la tradición machista que cobija la figura presidencial en las democracias latinoamericanas y en gran parte del mundo. A la lista, por aquellos azares del destino, se suma un nombre, Laura Sarabia. La mujer de escasos 30 años que llegó al poder en Colombia, por dedocracia (léalo bien) y que hoy rige los destinos de un país sumido en la violencia, ad portas del déficit y ahogado en insondables escándalos de corrupción cercanos al gobierno que ella dirige de facto.
El fenómeno Sarabia no está considerado como una de las formas constitucionales para acceder al cargo presidencial. No obstante, en un país en el que como bien lo dice quien fuese elegido democráticamente presidente en el 2022, las formas no importan; eso es lo de menos. Laura logró desafiar la Constitución y años de tradición democrática y hoy, por caprichos de quien parecía ser su jefe, es la presidente en ejercicio de todos los colombianos. Gústele a quien le guste.
Hija de una familia de origen militar, pero sin provenir de las altas esferas sociales o económicas, Sarabia estudió Ciencias Políticas en la Universidad Militar Nueva Granada. Luego de sus pasantías por el Ministerio de Defensa, entró al Partido de la U donde fue apadrinada por Armando Benedetti y ahí empezó su contacto, enviciador, con las mieles del poder.
Laura, siempre leal a la supremacía, condescendiente y respetuosa de las conductas (o vicios) personales, cauta, sinuosa y silenciosa se ganó la confianza de Benedetti que, como ya es bien conocido por la opinión colombiana, fue uno de los hombres clave en la campaña que llevó a la presidencia a Gustavo Petro. (Hoy, aunque no sea objeto de esta columna, muy cuestionada por la evidencia que hay alrededor de la violación de topes y la financiación ilegal)
En su paso protagónico por la campaña, Armando ofreció a su equipo para apoyar la candidatura y en particular al mismísimo candidato. Pensó él que teniendo a Laura, que hasta ese momento era de “su entera confianza” mantendría su línea de mando, pero a veces las cosas no salen como uno quiere….
En pocos meses, Sarabia se ganó la confianza del candidato, elegido posteriormente presidente, y logró incluso lo impensable: marginar a Armando y quedarse con el mando absoluto del círculo cercano al presidente electo.
Pero su apetito no paró allí. Poco a poco Laura, a quién deberíamos abrirle un curso sobre su vida y obra dada su gran capacidad estratégica, fue moviendo sus fichas, desplazando a sus enemigos, sembrando -incluso- desunión familiar, victimizándose en casos de chuzadas que solo la favorecían a ella y resurgiendo, como el Ave Fénix, de las cenizas frente a estrepitosos escándalos de corrupción. Así se quedó no sólo con el mando del primer círculo que mencionamos, sino con el Poder Material: La realidad da cuenta de que por estos días Laura Sarabia, pese a que su nombre nunca haya pasado por una urna, funge como la Presidente de todos los colombianos.
Frente al poco rigor de Gustavo Petro en el cumplimiento de sus deberes como mandatario, Sarabia supo suplir ese vacío. Después de que el presidente electo le abriese un par de espacios para cubrirlo frente a sus ausencias en los más altos estamentos del poder nacional, hoy lo relevó vía de hecho, moviéndose con total holgura no solo en foros empresariales y académicos, en el Congreso y reuniones de gabinete; sino en la toma de decisiones delicadas para el país que revisten incluso, cuestiones de seguridad y defensa Nacional como vimos recientemente en su visita al corregimiento de El Plateado, en Argelia Cauca.
Durmamos tranquilos. Las riendas del país, reposan en buenas manos.
(Como ahora todo toca explicarlo, aclaro: Es sarcasmo)