Ladaria | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Julio de 2017

Dicen que se llevaban mal, que era la principal pesadilla ideológica del Papa, que su conservadurismo extremo estaba impidiendo las reformas y que, por eso, Francisco despidió al cardenal Müller y nombró a Luis Ladaria como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

También dicen que Ladaria es todo lo contrario a Müller : que es español, jovial, abierto, desaprensivo y, jesuita, como el Papa, absolutamente fiel a la presunta revolución que se estaría produciendo en el Vaticano.

Pero no.  Tras licenciarse en Derecho por la Complutense, él atendió el llamado de la fe y se hizo cura en el 73, doctorándose luego en la Gregoriana para empezar como profesor de Teología Dogmática en Comillas y volver a Roma con la misma cátedra en el 84.

En contravía de quienes quieren ver en él a un advenedizo rupturista que llega de repente a tramitar insospechados cambios, es Juan Pablo II quien lo nombra en la Comisión Teológica Internacional y luego, en el 2008, es Benedicto XVI quien lo designa Secretario del Santo Oficio. 

Es allí, en la Doctrina de la Fe, donde Ladaria desarrolla su obra y donde emprende, por ejemplo, el estudio sobre el Limbo para concluir que a los niños que no han logrado el bautizo les espera también la salvación.

Es así como vive el Sínodo de la Familia y participa en las reflexiones sobre Amoris Laetitia, la exhortación apostólica comprensiva con la situación de los divorciados pero que no rompe los cimientos, como algunos quisieron sugerirlo.

En todo caso, donde Ladaria expresa de modo inmejorable la armonía y la unidad de la Iglesia es en el trabajo que ejecuta, codo a codo, con Müller y que se conoce, precisamente, como "La Iglesia Rejuvenece" ( Luvenescit Ecclesia ).

Esta Carta, dirigida a los Obispos y aprobada por Francisco en marzo del año pasado, es un estudio sobre los nuevos movimientos y grupos para señalar cómo los carismas auténticos deben estar encaminados a "la apertura misionera y a la obediencia necesaria a los pastores", de tal forma que no cabe ninguna confrontación entre una "Iglesia institucional" ( jerarquizada ) y una Iglesia de la "caridad" pues "los carismas deben institucionalizarse para tener coherencia y continuidad." 

En definitiva, lejos de ser la expresión de un conflicto, el nombramiento de Ladaria es una garantía de cohesión y fortaleza porque "también las instituciones esenciales son carismáticas" y así es como, finalmente, se garantiza "la obra salvífica de Cristo en el mundo”.