Tras 10 meses de ires y venires, gobierno y oposición no lograron acuerdo alguno para sacar al país de la encrucijada, el descontento, la inseguridad e incertidumbre que se apoderan de los millones de compatriotas que quieren marchar hacia un lugar en el que se pueda vivir en condiciones humanas.
El Congreso quiso culminar una legislatura con hechos que permitieran mostrar avances significativos para una población que se dividió entre quienes querían un cambio y una continuidad.
Tras el tiempo que se consideraba suficiente para avanzar en una de estas premisas, ni el ejecutivo, ni el legislativo, ni el judicial, fueron capaces de ingresar con paso firme, seguro y progresivo a la “cartillita” en la que se imprimió la Constitución Política de Colombia 1991.
En estos 10 meses, solo almacenaron proyectos que el gobierno consideró como motores del cambio, que respaldó con apoyos populares estimulados con “balconazos” y duros discursos, mientras la oposición lo hizo con lo que llamaron marchas ordenadas.
El legislativo no cumplió: ofreció y se comprometió, con toda suerte de explicaciones, que nunca convirtió en acuerdos, a incluir modificaciones racionales. Total: se registraron interminables reuniones que a nada conllevaron. Los múltiples viajes del presidente Petro, los incomprensibles cambios en el gabinete inicial y las inaplicables reformas a los mismos, los hicieron fracasar.
El balance ha sido lánguido: solo pasaron el código electoral, la reforma tributaria, el Plan de Desarrollo, la jurisdicción agraria y el Acuerdo de Escazú.
Se hundieron: Cannabis, las reformas laboral y política, la ley de sometimiento y la gestación subrogada.
A medias están: reforma pensional y reforma a la salud.
Las relaciones entre gobierno y Congreso que empezaron muy bien fueron deteriorándose y mucho se habló de la “mermelada” para los miembros del Parlamento, cuyas directivas cambiaban votos por puestos.
Para muchos el Congreso hizo respetar su esencia democrática, según la forma como se realizaron las votaciones, cuando extrañamente revivían proyectos por los que nadie daba un voto.
Grupos de parlamentarios revivieron una vieja y despreciable manía de otros tiempos, cuando se derrotaba o se aprobada algo, no por los beneficios o perjuicios para la población, acudiendo al quorum, que se manejaba con el ausentismo.
Mientras esto ocurría dentro del Capitolio, en el gobierno y otros centros, se trabaja por lograr la paz total, en un país en el que el secuestro, la extorsión y el reclutamiento de niños son moneda corriente. Decenas de grupos bandoleros implantan células que asesinan, desplazan, arruinan y cometen toda suerte de atropellos contra esta sociedad inerme. La delincuencia común tiene asoladas a ciudades y campos, sin que alguien actúe.
En esas estamos los habitantes de la Colombia que alguna vez fue un país próspero y pujante.
BLANCO: Excelente la presentación de la Selección Colombia: Alemania ¡Cero!
NEGRO: La Flip denuncia que cada dos días amenazan a un periodista en Colombia por investigaciones que tienen que ver con corrupción estatal y conflictos armados.