Las diminutas marchas del 9 de abril en apoyo al gobierno retratan bien la acelerada pérdida de respaldo a la gestión de un presidente preso de sus fantasías y de sus delirios ideológicos, traducidos en políticas y actos de gobierno que siembran odios, suscitan legitimas incertidumbres y han logrado esparcir temores fundados sobre el respeto a la democracia, sus libertades, la seguridad y la vida misma de los ciudadanos.
Sus constantes invectivas al sector privado y a sus opositores se vieron acompañadas de violentas amenazas al Poder Judicial, más tarde complementadas con iniciativas de procesos constituyentes a su medida que apunten a su ilegitima permanencia en el poder, y con la rabiosa intervención y expropiación del sistema de salud, como retaliación al hundimiento de su calamitosa reforma en el Senado de la República.
Petro decidió desfinanciar todas las obras de infraestructura con el supuesto malévolo que sólo benefician a los ricos, como si el estado bajo la égida de su gobierno fuere capaz de construir, cuando solo se mueve para destruir. Desfinanciar es su nuevo instrumento para marchitar la educación superior privada, quebrar a Ecopetrol y ahuyentar la inversión que nos reduzca a la dependencia del estado en todas las instancias de la vida.
Su paz total se ha traducido en la parálisis y desarme de la Fuerza Pública y en el empoderamiento territorial de todas las organizaciones armadas ilegales que ya se asientan en las goteras de las ciudades capitales. Con Fiscal condescendiente, la paz total se encamina hacia una ley de Punto Final que favorezca a todos los delincuentes firmantes del acuerdo de paz, al Eln, a los disidentes del Emc y al Clan del Golfo y otras organizaciones criminales, a los corruptos familiares o cercanos al gobierno, y aún a los inocentes enjuiciados compelidos a su sometimiento por la amenaza de sanciones en procesos en curso o por iniciarse según convenga.
Proseguirá con el apoderamiento de la institucionalidad que hasta hoy ha resistido y con la liquidación del sector privado, como lo señala su ataque artero a la Federación de Cafeteros y a otras organizaciones semejantes en diversos sectores productivos.
Estamos llegando a una situación de no retorno que no pareciera aún perceptible a ciudadanos incrédulos o a partidos como el liberal, ciego ante el cadalso que le esperaría, y a una oposición aún dispersa, sin aliento de alternativa que inspire y convoque a un renacimiento de la democracia, sus libertades y sus instituciones remozadas para afrontar el futuro con esperanza. La erguida actitud del presidente del Senado debe servir de ejemplo.
Las marchas del 21 de abril pueden mandar el mensaje de rechazo a la gestión y pretensiones del gobierno y expresar el claro mandato a las fuerzas políticas al sector privado y a la institucionalidad de defender los fundamentos de la democracia y fortalecer los pilares del régimen de libertades. Ante retos similares, los colombianos lograron la renuncia del dictador Rojas Pinilla y dieron paso a la reconciliación de los colombianos. Confrontados a la amenaza de entronizar dictaduras a perpetuidad, los ciudadanos somos los dueños de nuestro futuro. De no hacerlo, un mundo de tinieblas nos ensombrecerá la vida, sin esperanzas aún en el más lejano horizonte.