Si quienes forman parte del Estado se enfrentan éste se rompe. Las recientes movilizaciones, por fortuna pacíficas, promovidas por el presidente de la República, en gran medida con cargo al erario para que el Congreso apruebe proyectos de reformas, son intromisión del Ejecutivo en la rama Legislativa.
En una democracia existe el derecho de congregarse a favor o en oposición del gobierno, no corresponde a un mandatario convocarlas olvidando su investidura nacional.
Los proyectos de ley se sustentan en el Congreso por los ministros y directores de Departamentos Administrativos, hacerlo desde un balcón altera el espíritu que conviene preservar en el análisis de las propuestas.
Situar al Estado contra el Estado contradice la normatividad constitucional, el gobierno pierde capacidad de acción, la institucionalidad se resquebraja, obviamente los manifestantes iban dispuestos a escuchar, son partidarios de mejorar los sistemas de salud, empleo, educación, pensiones, laboral, concuerdan en que haya más justicia y equilibrio social, anhelan la paz, no obstante, el ensayo complementado con concierto, terminó en el aire, parece prolongación de la campaña electoral, afecta la la imagen presidencial.
El tiempo pasa, el jefe de gobierno espera que el de su sucesor en 2026 sea progresista, difícil entender el raciocinio, entre marchas y contramarchas vemos mas distante la aprobación de las reformas cuando observamos que la coalición del llamado Pacto Histórico pierde votos en Senado y Cámara.
Las promesas tendientes a garantizar la presencia del Estado benefactor para seducir manifestantes tampoco evitan el sentimiento generalizado de protesta por el precio que debemos pagar. Quienes obtienen poder apegados al populismo, de izquierda o de derecha, fallan al extender anacrónico paternalismo.
El presidente Petro cree que el Gobierno va bien, en sus intervenciones se expresa en tal sentido, las manifestaciones en las principales ciudades fueron nutridas, pero la participación mínima respecto de los millones de colombianos que no desfilaron, por ejemplo, en Bogotá, ciudad de casi nueve millones de habitantes donde el cálculo de los presentes en la Plaza de Bolívar se estima en veinte mil personas.
Sin demeritar a algunos funcionarios capaces, hace falta un equipo administrativo idóneo, seguramente los cercanos al presidente le endulzan el oído y le insinúan que las marchas tienen que repetirse, se habla de más movilizaciones, de gastos, de trancones, la estrategia choca con la realidad.
El presidente posee título legítimo, sus intenciones se fundamentan en posiciones personales acerca de determinaciones que piensa sirven al país, afirma ser demócrata, ojalá que en el resto de su mandato haga honor al acatamiento de lo consignado en la Constitución de que Colombia es un Estado Social de Derecho, organizado en forma de República Unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en la solidaridad y prevalencia del interés general. La democracia es esencial, restan menos de tres años para que concluya el periodo del actual gobierno, confiamos en que aparezca el acierto en la conducción del Estado, lo necesitamos.