Seguramente no somos los únicos atraídos por el tema de las llamadas ‘primeras líneas’, muchos compatriotas y especialmente gentes de bien, verán en esta estrategia madurada por el desarrollo de los últimos acontecimientos y experiencias que han dejado las protestas pacíficas, al ser saboteadas por elementos extraños a su entorno, una amenaza insoslayable a su tranquilidad, seguridad e integridad.
Por lo poco que hemos sabido sobre su organización, génesis, filosofía y fin último. Se trata de unos grupos de personas comprometidas con la estructura de los eventos, identificados como protestas pacíficas y lógico, autorizados por las administraciones municipales, funcionarios que fijan hora, lugar de inicio, recorrido y finalización. Estos grupos se otorgan la capacidad de controlar el correcto desarrollo de la protesta, tomando vías de hecho cuando las cosas se salgan de su cauce, a la vez que protegen todos los asistentes al evento. Hasta ahí, la cosa tiene una amable presentación. Presentación que nosotros, en nuestra candidez le damos, porque existen muchos interrogantes sobre la legalidad de su presencia en actitud defensiva -cuando no ofensiva-. Sería saludable saber a quién rinden cuenta de sus actos y si los organizadores en su planeación contemplan la presencia de estos grupos, pues a ojo de buen cubero, los componentes de la ‘primera línea’ se pueden exceder en su actuación, llegando a límites delictivos y los organizadores serían responsables de las buenas o malas actividades durante la marcha.
Podríamos decir que bienvenida ‘las primeras líneas’ pero, pero, con transparencia meridiana, identificación personal y especificación de sus funciones para facilitarle a la policía su labor de acompañamiento, estructuración y protección de los asistentes. Ideal que estos jóvenes se conviertan en aliados de la fuerza pública y protectores de los eventos que tan duramente se han vandalizado en el pasado.
Pero la realidad es otra y muy alarmante, hemos logrado saber que estos amigos no dan la cara, escoden su identidad en capuchas, máscaras y demás subterfugios, lo que permite suponer que sus intenciones no son tan altruistas como podemos pensar; no es una organización de generación espontánea por razón de las situaciones vividas, donde los vándalos sin control atacan comercios, banca e infraestructura sin que la fuerza pública cuenten con enclaves que neutralicen y faciliten el retorno a la normalidad. No, desafortunadamente estos muchachos tienen directrices lejanas de la realidad, y si no se controlan con la ley en la mano, su presencia en estos eventos los convertirá en brazo armando para subvertir el orden.
No pueden el gobierno ni los alcaldes permitir en las marchas personas encapuchadas, armadas, apertrechadas de adargas, para enfrentar las autoridades. Las fuerzas oscuras que aúpan estas estrategias pretenden darle un cubrimiento nacional, por lo tanto, es urgente tomas medidas disuasivas.