“Digamos las cosas por su nombre, además de machistas hay misógenos”
Si, nosotras las mujeres. Y las niñas también. Pero hay que reconocer que la visibilidad y gravedad de la violencia y la naturalización de la discriminación hoy en día han mejorado. Pero eso son estadísticas frías, y una vida abusada desde la infancia tiene secuelas para siempre. Según Medicina Legal, en Colombia cada 13 minutos una mujer es víctima de violencia. Las agresiones sexuales en contra de las niñas se agudizan entre los 10 y 14 años. Y cada 4 días, una mujer en Colombia muere víctima de su pareja, en los mal llamados “crímenes pasionales”.
El origen de la violencia siempre es en la familia. En el comienzo de la vida, cuando se configura el desorden emocional en el cual se instala el chip de la violencia, casi siempre y paradójicamente, por haber sido víctima de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. El mal trato es un mal que se hereda de generación en generación, hasta que alguien corta con la cadena de agresividad y odio. Porque digamos las cosas por su nombre, además de machistas hay misógenos. El odio hacia las mujeres, la incapacidad de reconocernos valiosas y pares, la manía de percibir el cuerpo femenino como un objeto que se posee, se canjea, se vende y desecha, son los males sociales milenarios que han impedido que en muchos lugares del planeta, incluido Colombia, que las mujeres sean respetadas y valoradas en su importancia.
Y esta importancia no radica en el hecho de ser mujer. No. Es cuestión de humanidad de un ser humano igual de fuerte, inteligente, creativo y valioso que los hombres. Pero ahí, vamos, avanzando en un camino donde cada vez es más inaceptable la violencia en cualquiera de sus formas.