Conocí al veterinario Orlando Feliciano el 8 de agosto de 2019 y recuerdo ese día como pocos en mi vida profesional. A instancias de la Corte Constitucional se celebró la audiencia pública en el caso del Oso Chucho, mi cliente, con el fin de determinar si merecía o no ser considerado sujeto de derechos. Concurrieron muchas voces de autoridades y de expertos (nacionales y extranjeros) con el propósito de ilustrar a la Corte sobre el papel del Oso Andino en los ecosistemas de alta montaña, los valiosos servicios ecosistémicos que presta, en su mayoría los expertos abogaron avanzar en una ampliación de la consideración moral hacia los animales, consecuentemente un mayor reconocimiento de sus derechos en el ordenamiento jurídico.
La historia de Chucho es ya conocida por el país, la Corte en una decisión histórica, no por su innovación sino por la nostalgia de una naturaleza inagotable, anclada en las estructuras clásicas del derecho civil, resolvió que los animales son “objeto de protección constitucional”, condenándolo a vivir en el zoológico de Barranquilla.
Orlando, luego de esa audiencia, siguió trabajando en su gran proyecto de vida, el Santuario del Oso Andino en Guasca, un espacio donde con las uñas, durante muchos años, él y su familia, cuidaron a cientos de animales, incluidos nueve Osos de Anteojos.
Orlando cuida a Niebla desde 2003, a Bambi desde 2005, a Aguazul desde 2007, a Río Blanco desde 2011, a Tamaná y a los hermanos Puinawai y Sibundoy desde 2014, a Wari desde 2018 y a Pensilvania desde comienzos de 2020. Todos llegaron a sus manos por decisión de las autoridades ambientales, puntualmente por el Ministerio de Ambiente y algunas Corporaciones Autónomas Regionales, que vieron en Orlando su tabla de salvación para cubrir las ineficiencias de la administración. Lentamente fueron dejando a Orlando solo asumiendo la responsabilidad de su cuidado, salvo apariciones esporádicas, jamás volvieron a interesarse genuinamente por los osos.
Orlando desde finales del año pasado viene siendo duramente criticado, su trabajo fuertemente cuestionado y su profesionalismo minado, debido a una serie de acusaciones sobre presuntos malos manejos en el cuidado de los animales a su cargo. Las entidades ambientales lo dejaron defendiéndose en solitario. Es un asunto que merece claridad, a esta historia le falta mucho contexto, las dudas deben despejarse, sin odios ni amores, con justicia.
A pesar del escándalo mediático Orlando sigue cuidando los osos, las autoridades no saben qué hacer. Este 30 de marzo Orlando lideró la liberación de Pensilvania en la reserva natural de la sociedad civil Corazón de la Montaña, con GPS incluido, de paso se convirtió en la primera experiencia de este tipo en el país. Pensilvania logra la libertad luego de un tratamiento odontológico, trabajo de rehabilitación y aportes logísticos y económicos de personas que en el anonimato creen en el profesionalismo de Orlando. Las autoridades ambientales a tono con la época, muy prestas a lavarse las manos, pero seguramente a reclamar el logro como propio.
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