“Colombia es desde hace años potencia deportiva”
Creo que ningún colombiano en sus cinco sentidos pudo evitar sentir correr sus lágrimas cuesta abajo de las cuencas de los ojos -merodeando la nariz imperial- al ver al gran Egan Bernal besar en la frente y dándole la bendición a su hermanito, Ronald, de catorce años, segundos después de bajarse de la cicla con el título de campeón en la mano. Y no era para menos: el hermano mayor se convertía en Rey de Francia y el ahora delfín asumió el sublime acto católico, apostólico y romano de la bendición como un reto, el de igualarlo, para lo cual cuenta con su misma sangre azul -ahora vestida de amarillo- y esa madera de cuna campesina, elemental y buena, para emularlo en menos de 10 años. Desde que se la puso, dos días antes del cierre de la competencia- la más importante del universo- ya sabía yo que era más fácil arrebatarle el Niño a la Virgen que la maillot jaune al naciente monarca Bernal, quien seguramente debe estar pensando en erigirse como un nuevo Miguel Induraín, el español que se coronó 5 veces en el Arco del Triunfo.
Colombia se ha convertido desde hace años en una potencia deportiva. Ya teníamos los antecedentes de Cochise Rodríguez, quien en 1971 se consagró campeón mundial de los 4.000 metros persecución individual en Varese, Italia, y fue motivo para que el ex Padre Rector, Gustavo Pérez, nos diera salida más temprano en el Salesiano, para celebrarlo en el patio de Colegio, toda la muchachada conectada con transistor al oído, cuando el celular era aún quimera; de Luchito Herrera, que en una mañana del 87 nos hizo volárnosle al Canciller Augusto del Palacio de San Carlos (donde laborábamos) para aterrizar en la tienda de la esquina y ver por TV su llegada como campeón de la Vuelta a España; de Nairo Quintana, que en el 2014 se llevó el Giro de Italia y dos años más tarde repitió la hazaña de Lucho, y quedó dos veces subcampeón del Tour de France, como también lo hizo una vez Rigoberto Urán, escoltando al invencible atleta keniato-británico, Christopher Froome.
Pero la proeza de Egan solo podrá superarla él mismo, a menos de que llegue un colombiano que pueda igualarla al ganarse la fórmula 1 de automovilismo u otro que alcance titularse en un Grand Slam de tenis -que no han nacido aún- o quien se corone campeón de los pesos pesados de boxeo, que casi consigue óscar Rivas. Y solo podrá ser superada por una selección Colombia que obtenga el campeonato mundial de fútbol, cosa que podría ocurrir en Quatar - 2022, pues por vez primera en la vida contamos con tantas rutilantes estrellas que estarán dispuestas a dejar la sangre regada en la arena para no dejarse, como dicen los paisanos, “pordebajear” del gran escarabajo Egan.
Post-it. Antes de la hazaña de Cabal- Farah, a nuestros niños los bautizaban con el nombre puro y simple de Brayan Alexander; a partir de allí quedaron como “Jonathan Guinblendon”, pero ya las notarías darán fe del nuevo fenómeno nominativo: “Egan Alexander”. Somos la Patria del Sagrado Corazón de Jesús, al fin y al cabo.