Del discurso que pronunció el presidente Duque al asumir la presidencia de la Comunidad Andina, la prensa destacó lo siguiente: “no faltan los correveidiles y los estafetas del neochavismo que quieren en nuestras naciones salir a sembrar el caos y cabalgar sobre el discurso del caos a sus nefastas pretensiones para acceder al poder”. Se trató pues de una de las reacciones del presidente a las últimas posturas del senador Petro.
Quizás el primer mandatario previó que sus palabras producirían el impacto necesario para acallar a Petro. Sin embargo, independientemente de la inoportunidad y desproporción de la convocatoria a una “desobediencia civil” -que nació muerta-, el hecho de pronunciar dichas palabras en un escenario internacional, y contrario a lo que talvez calculó Duque, muestra a un presidente a la defensiva, lo cual expresa varias cosas menos fortaleza política. Aún más, el contenido mismo no exhibe la altura de miras que se espera de un Jefe de Estado con un buen grado de legitimidad.
Lo cierto es que si entendemos por legitimidad el reconocimiento, respeto y acatamiento que se le otorga a una autoridad al percibirla como justa (bondad moral), necesaria y eficiente, y si consideramos que entre esos atributos el que más pesa en la opinión es el primero, por estar estrechamente ligado a la ética con que se llega y se ejerce el cargo, hay que decir que la legitimidad de origen del presidente Duque está golpeada. Y hoy día lo está principalmente por las diferentes informaciones de prensa y opiniones expresadas en sendos programas de opinión a raíz del escándalo denominado en la prensa como la “Ñeñepolítica”.
Ahora bien, por haber sido ternado por el Presidente y por ser su amigo desde cuando fueron estudiantes universitarios, lo que ha acontecido alrededor del Fiscal Francisco Barbosa, también está gravitando en detrimento de la legitimidad de Duque. Esto es así porque, además de la seguidilla de malas decisiones y reacciones del fiscal y si partimos de la definición de corrupción como “el uso de las prebendas que otorga el ejercicio de un cargo en beneficio propio" (Enciclopedia de Ciencias Sociales), hay que decir que lo de aprovechar el viaje a San Andrés para llevar a su hija y a una amiga en un puente festivo, en tiempos de cuarentena, es una conducta que con propiedad puede catalogarse como de corrupción edulcorada, una indelicadeza ética del mismo cariz de aquella de aprovechar el viaje del Presidente por razones del cargo a Armenia, para que en otro vuelo viajaran su esposa, su hija y otras amiguitas, para la celebración del cumpleaños en Panaca.
Por lo pronto, y por aquello de que “la mujer del Cesar no sólo debe ser sino parecer”, hoy día es mucho más conveniente para el país que el nivel de legitimidad del presidente se defienda no con discursos altisonantes, sino con gestos tales como que el Fiscal, unilateralmente, se declare impedido para intervenir en cualquiera de las investigaciones relacionadas con la “Ñeñepolítica”.