LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Abril de 2013

Finalmente una santa muy nuestra (I)

 

Nacida  en Colombia (26-05-1874), en Jericó (Antioquia), María Laura de Jesús Montoya Upegüi,  bautizada con ese nombre a las 4 horas de nacida, será la primera persona, muy nuestra, que será declarada “Santa” por la Iglesia Católica. Uno de los primeros actos (12-05-13) del primer Sumo Pontífice nacido en nuestro continente, el Papa Francisco.

Hija de hogar de fe profunda y de costumbres cristianas católicas. De Juan de la Cruz Montoya, modesto comerciante con conocimientos médicos, y de Dolores Upegüi; hogar del cual nacieron 3 hijos. Don Juan era líder defensor de su fe, asesinado cuando Laura tenía dos años, por defender la religión y la patria. De su madre, persona de piedad auténtica, aprendió Laura, como primeras lecciones, a luchar con fe por la vida, en todos sus detalles, y perdonar a quienes nos hacen el mal, libres de todo espíritu  de venganza. Heredó también, de ella, un “carácter igual y gracioso”, que la abría al corazón de sus semejantes.

No fue Laura a escuelas públicas, sino que estudió con familiares, y, con esa preparación, a los 16 años fue aceptada para ingresar a la Normal de Institutoras de Medellín. Un paso importante para cultivar su vocación a lo que se sentiría luego atraída como continuadora del Maestro, Jesús, entre los olvidados indígenas. Comenzó la “señorita Laura” su labor de docente a sus 19 años, en Amalfi, en donde realizó positiva labor, pasando, luego, a Fredonia en medio de las dificultades de la guerra (1895).

Se traslada, después, la joven educadora a Medellín a regentar elColegio de la Inmaculada (1897) que fundara con su prima Leonor. Allí gozó de aprecio como excelente evangelizadora, llevando a sus alumnas a la fe con  sus bien preparadas lecciones, pero, especialmente, con su comportamiento testimonial. Disponía, allí de buenos ingresos, pero vivía dentro de decorosa pobreza y grande humildad.

En aquel ambiente iba Laura creciendo espiritualmente hasta el punto de conseguir que su confesor le permitiera hacer votos privados de castidad, pobreza y obediencia. Daba estos pasos, dice ella misma, “porque entendí que lo importante es amar a Dios sin medida, y glorificarle, con serenidad, a través de las cosas, las personas y los acontecimientos de cada día”. Fue, así, forjando su sencilla santidad que la llevaría a los altares.

El Colegio fue adquiriendo fama en Medellín, y Laura, lo llevó adelante.  No faltaron quienes la señalaran como una “iluminada”, que necesitaba tratamiento espiritual, o quienes trataran de encauzarla hacia comunidades religiosas como la de la Enseñanza o las Carmelitas. Después de seria reflexión sobre el sentido de su vida cristiana en ese ambiente y labores pensó, en 1907 que debía liberarse del Colegio pues comenzaba a sentir llamado a mayor perfección y a responder a su ansia de dedicarse a los más débiles y desamparados. Es el momento en que piensa que seria “dichosa en la medida en que se preocupase de la felicidad de los demás más que de la propia”.

En esas circunstancias se presenta la invitación de un sacerdote de ir,  camino de El Jardín, a trabajar en favor de un grupo de indígenas (1909), en Guapá (Chocó), lo cual fue el punto de arranque para iniciar esa línea apostólicaque la llevaría luego a la fundaciónde una gran comunidadreligiosa dedicada en Colombia y en el mundo a esa preciosa labor. Estuvo, allí, por varias semanas dedicada especialmente a trabajar por el bien espiritual y material de los indígenas. Fue empresa transitoria pero osada y valiente, adelantada en medio de opiniones que trataban de disuadirla a no realizarla, pero el fervoroso espíritu de Laura, su fe en Dios y el amor a aquellas almas, bajo cuerpos desnudos, la llevó a superar graves dificultades. (Continuará).     

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional