Recibí una grata sorpresa: el ingeniero Hernán Polanía se volvió escritor y su ópera prima son un conjunto de historias de liderazgo compasivo, las cuales ha titulado “El cura sin sotana”, con prólogo de Alejandro Moreno Salamanca, Director del INALDE y la presentación del padre Omar Benítez Lozano.
Polanía, quien ha tenido una vida de crecimiento, no ajena a errores y caídas, de las cuales, cómo él mismo lo dice, Dios ha sabido sacarle el mayor provecho, nos llena de reflexiones sencillas y llenas de calor humano, de la mano de Martín, el protagonista de sus historias.
El libro, en cuarenta y tres capítulos, cierra con las “voces de aliento”, mensajes de agradecimiento y de bendición, como el del franciscano Gabriel Gutiérrez, “fray Ñero”, quien, sin saberlo, tal vez escribiría para esta obra sus últimas líneas. Cierra la obra, una reflexión del Obispo emérito Libardo Ramírez, quien en el epílogo de la obra resalta la sencillez evangélica del libro, así como las vivencias del autor dentro del mundo empresarial y financiero, especialmente en el plano de la humanización de la vigilancia privada y otra serie de actitudes aleccionadoras, presentes en este manual de servicio, basado en la fe, en la confianza, en la esperanza y en el servicio.
Adentrándome en la lectura, pude comprobar cómo, quien dirige una institución o una empresa, puede tender una mano a los demás, echarles el lazo a los que están perdiéndose en el fango y, a través de las relaciones cotidianas lograr un compromiso por un mundo mejor, que, si bien no es perfecto, si nos permita soñar.
El personaje central de las historias es Martín, un empresario de provincia que regresa a su terruño para ayudar a los amigos de infancia que recuerda y quienes no tuvieron las comodidades que él pudo lograr; amigos con dificultades apremiantes, que, en ocasiones, más que dinero, necesitan la cercanía del diálogo y la comprensión, pues muchas veces, ellos, siendo pobres, tienen mucha más riqueza para dar.
Polanía insiste en que el empresariado debería estar impregnado de fe, con hombres y mujeres que puedan seguir adelante en medio de la polvareda, de la oscuridad. Sólo así, un liderazgo humano y humanista, compasivo, pero no permisivo, exigente pero no esclavizante, donde el universo sea más que los procesos, para que el clima organizacional esté impregnado de confianza, respeto y responsabilidad.
Maximizar la riqueza personal, porque nunca se sabe ni quién es el buen samaritano, ni qué nos espera a la vuelta de la esquina, debe ser una de las virtudes que ha de desarrollar el líder, quien, a su vez, debe ser pureza, fomento y ejemplo de vida para otros. Usar la compasión al servicio de los demás y tratar que nuestro entorno sea considerado como el mejor sitio para trabajar, para realizarse a nivel profesional y personal, para que los talentos -la fuerza más grande del universo- dice Polanía, puedan desarrollarse y potencializarse.
Nadie es una pieza suelta en el mundo empresarial e institucional, pero con devoción y acción se logra el éxito.