La noticia más reciente que es que ChatGPT se integró con las viejas y queridas herramientas de Office (Windows) para completar un sinnúmero de tareas de una forma más rápida y con mejor calidad. Una buena noticia para millones de usuarios. Pero un tema que tiene que ser revisado por más de una autoridad.
Quizá una de las preguntas que todos nos estamos haciendo en silencio es ¿hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial? Existen dos tipos de respuestas: la conservadora y la apocalíptica. Los expertos más sosegados aseguran que está revolución será muy similar a la primera Revolución Industrial. Un nuevo tipo de máquina que mejorará la vida de los seres humanos.
Vale recordar que lo más grande que trajo la primera Revolución Industrial, después de la Primera Guerra Mundial, fue un crecimiento exponencial en los profesionales que pasaron de la manufactura a la correcta utilización de las nuevas maquinarias que, es cierto, acabaron con millones de empleos, pero que generaron millones nuevos.
Si lo traemos a esta época, la visión optimista de la inteligencia artificial es que traerá una nueva generación de profesionales que aprenderán a trabajar con estas herramientas y le sacarán todo el jugo. Pero no hay que llamarse a engaños: habrá una fuerte depuración en el ámbito laboral. Una depuración generacional muy muy dolorosa.
Ahora, la visión un poco más apocalíptica es que la inteligencia artificial supere a los humanos. Así, puro y duro. Quizá ya lo está haciendo desde un punto de vista productivo: desde un punto de vista hora/trabajo. Por supuesto que, ChatGPT se demora menos haciendo un informe que una persona. Y todavía menos tiempo en sacar algún código de programación que hasta hace unos meses era un valor de muy pocos profesionales.
Pero la ventaja que le puede sacar la inteligencia artificial al ser humano puede ir mucho más allá de lo meramente productivo. Hace poco leía un acalorado debate sobre ¿qué pasaría si la inteligencia artificial (cualquiera de sus variantes) se pudiera encariñar con algo? La sola pregunta debe generar escalofríos. Yo no tengo mayor respuesta, porque cada escenario que se puede pensar es más dramático que el anterior.
Tengo la certeza que todo debe tener un límite. Hasta los mejores inventos de la humanidad deben tener un techo. Si quiere, unas líneas rojas que no se deberían trasgredir. En el caso de la inteligencia artificial el límite, creo, tiene que ver con programaciones que le permitan tener eso que sólo tenemos los humanos: sentimientos, percepciones, tristezas, alegrías.
La inteligencia artificial, y puede sonar a una esquela, no puede tener esos intangibles que la hacen una tecnología y no un humano en potencia. Una cosa es que tengamos la posibilidad de construir robots que hagan miles de carros y casas en cuestión de días y otra cosa muy diferente es que construyamos robots que puedan sentir amor.
Las regulaciones y las condiciones de uso tienen muy mala prensa. Pero a veces no sólo son necesarias sino ¡obligatorias! Los legisladores del mundo están en mora de sacar convenciones, tratados, leyes y similares que regulen, que pongan cortapisas, a los avances indiscriminados de las tecnologías emergentes. Suena aburrido y conservador. Pero es obligatorio.