LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Febrero de 2012

Día de frustración

Ayer  tuvimos que soportar, una vez más, el anual y molesto “día sin carro,” día en el que la ciudadanía debe sufrir los inconvenientes de no poder desplazarse en sus vehículos, pero sí ver pasar a los privilegiados políticos y sus familias en costosos carros pagados, ellos y sus choferes, por nuestros impuestos. Más que para “reflexionar sobre las ventajas de no movilizarnos en carro” este día sirve para reflexionar sobre la estulticia y la demagogia de nuestros alcaldes que ha llevado a la capital del país al estado actual de caos vehicular. Cuando, en Francia, concibieron el día sin carro en 1997, muchos idealistas lo acogieron y llegó a aplicarse en 1.353 localidades, aunque, debe mencionarse, en ninguna importante se implementó en toda la ciudad, solo en áreas no centrales y en domingo, para no interferir con la actividad económica. Pero la realidad se impuso y hoy en casi ninguna subsiste la restricción. En Roma, por ejemplo, se suprimió desde el 2005. Estocolmo premió la idea, pero nunca la aplicó. Como expresó el alcalde de Grenoble, una de las primeras ciudades en adoptar la idea (y en abandonarla), esta se convirtió en “iniciativa que nadie quiere matar pero todo el mundo quiere enterrar.” Ojalá haya un Concejo Distrital que deje de lado el populismo y termine con este adefesio.
Los argumentos aducidos para defenderlo son disminuir la contaminación ambiental y así mejorar la salud de los bogotanos (se ha comprobado que no hay tal disminución, más bien controlemos las emisiones de los buses y produzcamos combustibles bajo normas internacionales de calidad), tomar conciencia de que es mejor desplazarse en el transporte público (este es un desastre), movilizarse en bicicleta y así “hacer un 20% más de ejercicio” (¿cómo lo medirán?), permitir un mayor esparcimiento de las personas (declaremos cuatro feriados en la semana), reducir las desigualdades sociales (ya sabe Peñalosa por qué los bogotanos le dieron más votos a un exguerrillero que a él). A propósito, con el argumento social, Albania, cuando era comunista, y Corea del Norte impusieron la medida y hoy ninguno de los dos países la mantiene. Un estudio auspiciado por el Banco Mundial (“The Day Without a Car in Mexico City”, por Gunnar S. Eskeland) sostiene que los perjuicios de esta idea son mayores que los beneficios. Ni siquiera Chávez, que expropia tierras y empresas, le ha hecho la guerra a los automotores. Creer que los problemas de tráfico vehicular se resuelven poniendo trabas a la circulación de automotores es como tratar de resolver el problema de la criminalidad prohibiendo que la gente salga de sus casas. Nos mostraban cómo los chinos se desplazaban, alegres, en bicicleta, hoy en ninguna foto de Beiying o Shanghai se ve una de ellas. Convertir a Bogotá en un bucólico pueblito europeo es pura utopía. Una familia que progresa compra un carro, no una bicicleta.