LIONEL MORENO GUERRERO | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Agosto de 2012

ASILO DIPLOMÁTICO

Assange y Correa

Por Lionel Moreno Guerrero

Nuestros  presidentes socialistas (del siglo XXI), son habilidosos. Rafael Correa encontró en la extradición a Suecia del director de Wikileaks, Julian Assange, una bella oportunidad para proyectar su imagen política de defensor de los pueblos oprimidos por las potencias imperialistas, en este caso Gran Bretaña y los EE.UU. Las cortes británicas aprobaron la extradición de Assange a Suecia, donde se le investiga por varios delitos sexuales, pero antes de que se procediera a hacer efectiva la medida y, obviamente, previo acuerdo con Correa, el australiano se refugió en la embajada ecuatoriana en Londres, asilo concedido después de dos meses, para que no pareciera muy obvia la componenda e invocando el “derecho de asilo político”. Ecuador alega el carácter de delito político basado en que se trata de una trama para enviar a Assange a los Estados Unidos donde sería castigado, incluso con la pena de muerte (!) por sus revelaciones de cables diplomáticos estadounidenses, sin hacer alusión a que el reclamo sueco es por delitos sexuales y que los Estados Unidos no han hecho ningún cargo a Assange, ni menos pidieron su extradición a Suecia. Más aún, si estuvieran interesados en extraditar al australiano, uno pensaría que tienen mayor oportunidad de obtenerla de Gran Bretaña, con quien tienen mayor afinidad. El argumento ecuatoriano fue acogido por los medios izquierdistas latinoamericanos e inclusive se hicieron eco de él los organismos multinacionales del continente, OEA, Unasur, Alba, aprovechando, además, la gaffe de la Cancillería británica que amenazó con la aplicación de una ley interna que permitiría, contrario a la Convención de Viena, detener a personas dentro de instalaciones diplomáticas.

Correa sabe muy bien y el resto de Latinoamérica también, especialmente después del caso de Haya de la Torre, cuando el político peruano estuvo confinado a la embajada colombiana en Lima durante cinco años, que el “derecho de asilo” es una institución meramente regional, no contemplada en la Convención de Viena y que, por lo tanto, no obliga a países extraños a nuestra región, de manera que Assange podría permanecer como huésped forzado de los ecuatorianos más de los quince años que estuvo el cardenal József Mindszenty en la embajada estadounidense en Budapest. Quito no tiene obligación de entregarlo y Londres no tiene obligación de darle salvoconducto. Fuera de la Alba y aquellos que tienen miedo de enemistarse con Chávez, nadie en el mundo defenderá en este caso el derecho de asilo “a la latinoamericana” para evitar que se lo apliquen después. Pero Correa sólo quiere utilizar a Assange por seis meses. En febrero de 2013 son las elecciones presidenciales en Ecuador y su asilado, de herramienta útil, se convertiría en piedra en el zapato de la diplomacia de Correa. Su problema no es sólo con Gran Bretaña, lo es también con toda la Unión Europea y con Washington y él sabe que hay peleas que no vale la pena dar.