El próximo domingo tenemos la gran cita con la democracia y debemos asistir a las urnas seguros de estar cumpliendo con el deber de elegir entre los candidatos aquel que colme nuestras expectativas y anhelos patrios. No acudir o no votar es dar la espalda a Colombia y dejar en manos extrañas nuestro derecho a elegir, mostrándonos apáticos e irresponsables con el futuro de este país tan caro a nuestros sentimientos. Por ello invito a mis amables lectores para que, investidos de optimismo y compromiso, concurramos al encuentro.
Que la campaña ha sido difícil y variopinta es de público conocimiento, salpicada por un cúmulo de altibajos estadísticos y mutuos embates, desinformaciones y estrategia poco ortodoxas, convirtiéndola en un evento con momentos vergonzosos unos, y circenses otros, todo aupado por las redes sociales tan en boga en estos eventos. Pero la verdad, ya estamos a punto de escoger quienes prevalecieran en esta primera oportunidad, para pasar a una segunda vuelta. Tenemos unos pocos días para repensar esta decisión tan importante y me permito, abusando de su amabilidad, recomendarles un poco de tacto, atención y dedicación para analizar las propuestas. No podemos votar por simpatías, ni espejismos. Estudiar los programas sería lo más conveniente, observar los equipos en campaña de cada candidato, es sano, pues en esas personas podemos ver un perfil del talante administrativo que tendrá el aspirante.
Cada ciudadano se enfoca en los temas de su interés y no puedo ser ajeno a esta situación, por ello me encuadro en el contexto de seguridad y la institución responsable de esa delicada misión, tan sensible para los colombianos, que aspiran a contar con un gobierno generador de seguridad, tranquilidad y equilibrio ciudadano, tanto en lo urbano como rural. Esperando que el nuevo mandatario y sus asesores en este asunto, quienes en últimas son los responsables de la primera ordenación gubernamental, tengan meridiana claridad sobre la importancia de la Policía Nacional en el devenir patrio, su organización, cuadros de mando, filosofía y doctrina, las responsabilidades del señor Director en su conducción y administración, las necesidades presupuestales, el desarrollo de planes, programas y estrategias forjadas para direccionar la institución hacia la tecnificación. Es al interior del cuerpo donde se conciben y diseñan maniobras para combatir la delincuencia, laurel que se ha venido logrando en los últimos años.
Deben entender los asesores y el mandatario que la lucha contra la delincuencia, en todas sus modalidades, se gana con una pronta y efectiva justicia. No es solo la institución la responsable de este aspecto, son variados los estadios que hacen parte del concepto seguridad, reconociendo que es transversal y toca, de una u otra forma todas las entidades gubernamentales, lo que demanda la dinamización de una clara y repotenciada política criminal.