Yo sé. Varias veces han leído la consigna de que la tecnología es sinónimo de la tercera revolución industrial. Los expertos (uno que otro pato también) se han cansado de repetir que internet, propiamente dicho, es la famosa tercera revolución. Y sí. Pero el asunto pasó de las consignas y los foros a la realidad.
El frenesí mediático que están causando tecnologías emergentes como la inteligencia artificial o el Big Data parece que no se detendrá más. Cada día conocemos algo más innovador y revolucionario que puede hacer ChatGPT. Asusta, no les voy a mentir. También sorprende. Es una realidad imparable. Surgen dos preguntas ¿Cuál será el techo que permitiremos los humanos para estas tecnologías emergentes? Y más importante aún ¿Qué podemos hacer para adaptarnos?
Debemos tener una visión humanista de la tecnología. Por tanto, tengo la convicción y la certeza que la tecnología no debe ser ilimitada. Hasta los avances más categóricos deben tener un tope. Un tope que debe ser propuesto por los propios seres humanos. En algún punto, los desarrolladores de tecnologías como la inteligencia artificial tendrán que detenerse. Sin duda, debe haber un techo para los ChatGPT y demás competidores.
Y no se trata de tener un discurso restrictivo o de miedo. Se trata de ver lo que pasó antes. Miren nada más lo que pasó con Google o Facebook que comenzaron como plataformas revolucionarias y terminaron como despiadados monopolios que hasta ahora comienzan a ser revisados por legislativos como el europeo o el estadounidense (no olvidemos que Google y el gobierno americano adelantan una durísima batalla legal por estos días).
En algún punto, las grandes empresas de tecnología tendrán que reflexionar respecto a los alcances que pueden tener las plataformas o innovaciones que está desarrollando. Recientemente, un periodista llevó al límite a ChatGPT y, de verdad, las respuestas fueron escalofriantes. Insisto, no soy amigo de los extremismos en estos temas. Pero es cierto que ¡ni las tecnologías deben tener un crecimiento ilimitado!
Ahora, como ya sabemos las regulaciones y los legisladores van 10 años atrasados versus las nuevas tecnologías. Si no han podido regular algo sencillo como Uber, ni nos imaginemos cuánto tardarán en dimensionar a la inteligencia artificial. Entonces, tendremos que ajustarnos, adaptarnos y, de algún modo, competir con estas alternativas novedosas.
La mejor forma de adaptarse ante la inteligencia artificial, en primera instancia, tiene que ser viéndola como un posible competidor. Aplica para industrias, pero también para profesionales. ¿Cómo podemos ser un poquito mejores que la tecnología? ¿Qué valor agregado podemos entregar desde nuestros conocimientos o experiencias?
Son preguntas que respondemos todos los días. Cada día entregamos un valor agregado a nuestras empresas o en nuestros entornos académicos. No es algo ajeno o inalcanzable. Sin duda, nos llegó ahora sí la tercera revolución industrial y nos tocará aplicar las mismas técnicas que aplicaron los trabajadores que compitieron con los carros impulsados a motor o las imprentas.