En Colombia tenemos por lo menos cuarenta y cinco millones de directores técnicos de fútbol, que se consideran más capacitados que José Pekerman para saber qué debe hacer la Selección Colombia que compite en Rusia. Todos conocen el secreto para evitar derrotas como la que nos ajustó Japón y para lograr victorias por más de tres goles, cada vez que Polonia se nos cruce en el camino.
Tienen la alineación precisa que debe saltar a la cancha en cada caso, y listas las instrucciones sobre cómo debe meter goles Falcao, armarse el equipo entre James y Quintero, cabecear Yerry Mina, saltar con el brazo pegado al cuerpo Carlos Sánchez y ordenarle al músculo aductor de Abel Aguilar que no se distienda hasta cuando el árbitro pite al minuto noventa.
Sí, somos unos técnicos geniales, que plantean los partidos especialmente después de que ya se han jugado.
Pero no solo Pekerman debe moverse entre un mar de consejos. Desde el día en que ganó las elecciones, Iván Duque está en las mismas. Los expertos de siempre saben exactamente cómo debe empezar su gobierno, cuáles son los temas para considerar primero, con qué intensidad, y a quién ponerle más atención (a ellos, desde luego). Por supuesto se sienten capacitados para hacer la alineación y se consideran coautores del triunfo por lo que dijeron antes de las elecciones, aunque haya sido para sus adentros.
El presidente electo tendrá que apelar a sus máximas reservas de paciencia para no explotar cuando todo el que se le acerca o escribe en el periódico o habla por una radiodifusora comunitaria comienza diciéndole, con tono doctoral, “lo que tienes que hacer es…”
De ese maremágnum de opiniones el nuevo presidente va a tener que borrar muy rápidamente las de quienes agregan, con voz fingidamente desinteresada, “y yo podría ayudarte”.
Así son los vaivenes de quienes no se resignan a admitir que a los gobernantes los eligen para gobernar y no para complacer a los especialistas en graduarse como nuevos mejores amigos.
Cuando el país alcanzó una polarización de alto voltaje, antes de las elecciones, los peritos en análisis simplistas lo dividían entre arribistas y antiuribistas, según fueran sus afectos hacia Álvaro Uribe. Ahora varió el tema. Las divisiones siguen entre los que rezan porque no se aparte de su lado y los que le recomiendan que se pelee con él y, además condicionan su “apoyo” al cumplimiento de unos plazos perentorios. Quieren sacarlo, cuanto antes, de la cancha, para alinear a sus propios jugadores.
Pero hay diferencias entre los directores técnicos y los consejeros espontáneos, que tiran para distintos lados a Pekerman y a Duque. Los del técnico de la Selección tendrán que acomodarse según resulten los marcadores de los partidos, que se jugarán dentro de pocos días. Iván Duque tendrá por lo menos cuatro años para desarrollar sus ideas de gobierno y los nuevos mejores amigos lo acompañaran por lo menos tres años. Cuatro no, porque en el cuarto los mandatarios sufren un desgaste acrecentado por el sol a las espaldas y disminuye su capacidad de hacer favores y distribuir honores. Los “nuevos mejores amigos estarán muy ocupados aconsejando al sucesor: “lo que tienes que hacer es…”