LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Agosto de 2012

Tristeza cafetera

 

Epígrafe

“La venganza es como el café, por más azúcar que se le ponga, siempre deja un sabor amargo”.Anónimo

 

Es increíble, inaudito, inverosímil, pero infortunadamente cierto: nuestras hermosas y tradicionales tazas de café, nuestros desorejados pocillos, son pintados por el grano vietnamita como resultado de las importaciones de cafés de mala calidad.

Ese monstruo burocrático, que era la exflamante Federación Nacional de Cafeteros debe dejar de existir. No vale la pena que los cafeteros, los pequeños productores, nuestras recolectoras, sigan sosteniendo la que durante tantos años ha sido una tenaza, un pulpo, que reintegra muy poco a nuestros cultivadores.

En otra época esta organización fue impulsora de progreso, escuelas, carreteras, comités, cultura y demás, porque eran miles de millones los que ingresaban por el monopolio de las exportaciones a sus arcas, pero eso ya no se justifica. Deben ser los mismos productores directamente y un pequeño ente de control los que se responsabilicen de este mercado y continúen exportando los pocos granos que sigamos produciendo con el sello de café de Colombia.

Estamos en baja acelerada de producción y los cultivos cubren hoy menos de 900.000 hectáreas y por eso en la plenaria del Senado este martes realizarán un gran debate a instancias del senador Rodrigo Villalba, para analizar la problemática y sobre todo buscar soluciones de fondo. Para la Federación, el precio del dólar y el rompimiento del pacto de cuotas en la Organización Internacional del Café influyeron en la crisis y sostiene que no protege a una minoría privilegiada y que la situación actual es sostenible para la mayoría de los campesinos productores.

Es inocultable el despojo de los bienes del gremio caficultor, que nadie investigó a fondo y sin consecuencias legales, como fueron el hundimiento de la Flota Mercante Grancolombiana, el regalo de la empresa Aces, el regalo del Banco Cafetero, que en su momento dieron frutos y beneficios a mucha gente, pero muy poco a los cafeteros.

La Federación ya es anacrónica, burocratizada y no puede seguir con los mismos gastos que cuando exportábamos más de 16 millones de sacos. En materia cafetera vamos de caída para el estanco

Como tarea de sus últimos estertores la Federación debería capacitar al productor en el procesamiento, maquila y exportación de su producto, para que se beneficie directamente del valor agregado de la transformación y de la calidad especial del café colombiano.

lorenarubianof@gmail.com