LORENA RUBIANO FAJARDO | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Noviembre de 2012

Sin equidad, reparación y justicia  total, no podrá haber paz

 Se  acercan las negociaciones, conversaciones o diálogos, para buscar la paz de Colombia, en La Habana, Cuba.

Creo que todos estaremos con una papa boyacense en la boca, para guardar prudente silencio, los dedos cruzados y levantando nuestras plegarias al Todopoderoso para que éstas sean exitosas, y por fin logremos esa tan anhelada confraternidad y entendimiento entre los colombianos.

Pero que difícil va a ser, estamos haciendo de tripas corazón, para que eso salga bien. Sentimos una bola de fuego en nuestros corazones, cuando recibimos noticias de que las Farc siguen masacrando inmisericordemente a nuestros policías y soldados, a niños  y a gente indefensa en el territorio patrio.

 Eso nos duele, nos arruga el alma y nos retorna el pesimismo sobre la verdadera intención de la guerrilla. El presidente Santos está obrando de buena fe, los negociadores concurren con la mejor intención  y los colombianos tenemos abierto el corazón y los brazos de la reconciliación. Pero no estoy segura respecto a la intención de los alzados en armas. Y más duro aún para  el exdirector de la Policía, tener que tenderles la mano y sentarse al lado de los asesinos de sus agentes, que caen bajo las traicioneras balas de quienes por 50 años han creído que a través de las armas pueden llegar al poder.

 Traje a colación la frase del expresidente Ospina, porque es apropiada para que el presidente Santos diga lo mismo. Que no entregara por la urgencia de hacer la paz, los más sagrados derechos de la mayoría de los colombianos.

Son escalofriantes las cifras publicadas por el exministro Fernando Londoño Hoyos, sobre los descomunales capitales, que producto del delito, manejan los grupos subversivos y especialmente las Farc y que mantendrían en sus arcas después de firmada la paz.

 Mantengamos la esperanza y la fe. Ayudemos a que la paz sea equitativa con todos y cada uno de los sectores involucrados y lo que jamás aceptaría una sociedad justa  es que nuestros militares queden en las cárceles, pagando injustas condenas, mientras los guerrilleros se pasean orondos por los salones de la democracia colombiana. Y también deben ser incorporados nuevamente a la sociedad los denominados paramilitares. O todos en la cama o todos en el suelo. Sin equidad, reparación a las víctimas y justicia  total, no podrá haber paz.

lorenarubianof@gmail.com