Quienes veían la serie de TV por los 80’s saben de qué se trata. El entrante protagonista Duque tiene por delante, en carrera de obstáculos de cuatro años, un escenario lleno de retos enormes ante los cuales los peligros de la película parecen juego de niños. Retos que, estoy seguro, sabrá afrontar con éxito porque es un actor con estrella, brillante, conciliador y carismático.
Veamos el tamaño de sus retos antagónicos, en seguridad: para nadie es un misterio que estamos en manos del crimen organizado que asola campos y ciudades. El cuerpo tumefacto de las Farc -infestado de disidencias- sigue creando el terror y tratando de exportar su revolución a países vecinos; el Eln, el Clan del Golfo y otros personajes protagónicos adiestrados en Bacrim Studios se están fortaleciendo y el Epl está resucitando -cual Walking Dead- animados todos por el libreto de que “ser malo y peligroso paga” y al final de la película de terror terminan los personajes centrales con curules en el congreso y con el país por cárcel; en salud: Colombia es un paciente en cuidados intensivos. Las EPS más grandes están en quiebra, como lo están los hospitales y clínicas y los más optimistas hablan de un déficit cercano a los $ 15 billones, que nadie sabe cómo se va a pagar. Además, aflora el cáncer de la corrupción en el manejo de la salud y hasta el régimen subsidiado está infectado con falsos pobres que no aportan sino que succionan el sistema.
En el tema pensional: todos somos conscientes de que estamos parados en una bomba, con un hueco fiscal cercano a los $ 40 billones en el antiguo régimen de prima media, lo que obliga a que la tercera parte que se percibe por impuestos se vaya a tapar ese hueco espantable y a ello hay que sumarle los ardides jurídicos de exmagistrados que han recurrido hasta la CIDH para volver trizas un justo y valeroso fallo de la Corte Constitucional, que insistió en el tope de 25 SMMLV para el valor de la mesada.
Venezuela: como si no tuviéramos suficientes problemas los colombianos con nuestros propios pobres, ahora debemos arrastrar con la suerte de un millón de pobres nuevos importados legal e ilegalmente de la vecina nación, que salieron espantados por ese moderno “Stalin style”, el ciudadano Maduro, un perverso y corrupto genocida, arreando las últimas banderas del Socialismo del Siglo XXI y cuyos días en el poder, quiéralo Dios, están contados, para el bien de todo este vecindario del Sagrado Corazón. ¡Hasta los mendicantes del sistema masivo y los trapecistas y malabaristas de nuestros semáforos se volvieron todos venezolanos! ¿A dónde se fueron a “trabajar” nuestros paisanos? No creo que se hayan ido para el Putumayo a sembrar palma de aceite. Hay que tener cuidado, porque como Colombia se ha convertido en un mar de coca muchas personas acostumbradas a no ganar un salario mínimo -sino, mínimo, cinco mínimos- deben estar merodeando por las aguas del olvido, para remar en el narcotráfico, gran reto, sin tener que cumplir horario.