Concluyó este domingo 7 de agosto el periodo presidencial del joven mandatario Iván Duque Márquez, “gran Presidente”, para unos, decepcionante para otros, según la manera de evaluar los actos de su gobierno, y según el grado de gratitud de cada uno. Hay quienes cultivan, con nobleza esta preciosa virtud, hay quienes en cuyo corazón no cabe cultivarla. ¿Cuál será el justo medio entre aprobación o no de un mandatario? Los hechos reales que se hayan creado en él, dan la justa medida para calificarlo.
Grandes personalidades han gobernado a nuestra Colombia, a partir del 7 de agosto de 1819, cuando gran batalla selló la iniciación de nuestra vida republicana, con grandes altibajos en el aprecio y gratitud hacia ellos, con abismales diferencias en cuanto a los mismos personajes. Bolívar y Santander son los primeros exaltados por unos y repudiados por otros, hasta nefandas conspiraciones contra sus vidas, con negra ingratitud ante los invaluables servicios a la Patria.
Lastimosamente es demasiado frecuente el cumplimiento de lo expresado en conocida poesía, cuando la sencilla gallina defiende su gesto de gratitud a Dios, advirtiéndole al cerdo que se burla de ella, que “la gratitud es griego para un cochino”.
Claro está que todos los humanos, por grandes que sean sus méritos han tenido fallas y defectos, que es preciso olvidar en justo balance. Moisés, ante el Faraón, poniendo en balanza las grandes obras que había realizado y las fallas que hubiera tenido, coloca del lado de las primeras la paciencia con que había debido soportar las críticas injustas de sus adversarios.
Palpable el balance histórico de un Antonio Nariño, un José H. López, un Mariano Ospina Rodríguez o Pérez, un Murillo Toro o un Rafael Núñez, un Miguel A. Caro o Alberto Lleras, pero, por el referenciado sectarismo cuando se invitaba a manifestar gratitud a este último, desconsideradamente había quienes gritaban: “¿Gracias de qué?”.
Amplia la lista de lo realizado, por Iván Duque en su Presidencia: en salud, en especial al afrontar el covid, en obras públicas con culminación de vías y túneles represadas por décadas, ampliación de recursos para la industria agrícola, facilidades para ingreso y adelanto de estudios universitarios. Graves problemas han debido afrontar como incitadas manifestaciones en contra del gobierno, con graves hechos vandálicos, asesinatos de líderes sociales por enemigos de sustitución de cultivos ilícitos, masacre de jóvenes policías por desbordados criminales, todo afrontado como es deber de los guardianes del orden, con algunos lamentables excesos, castigados con el rigor del caso, y debidas confrontaciones con supresión de fieros promotores de la violencia.
Ese es el justo balance digno de gratitud. Larga, entonces, la serie de lo valioso realizado por Iván Duque en su Presidencia, frente a una ciega oposición, desde antes del inicio de su mandato. Hubo ensordecedora campaña de desconocimiento, que ha llevado a muchos a taparse ojos y oídos, señalarlo como “inepto”.
No será ese prefabricado desconocimiento de una meritoria gestión de mando la que ha de predominar. Los hechos hablan, y, aunque se fastidien sus premeditados adversarios, dirá una abrumadora mayoría: “¡Gracias Iván Duque!”
*Obispo Emérito de Garzón
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