Falsos profetas quisieran que esta columna se escribiera desde el más allá. Celebrarían hipócritamente el triunfo de sus cábalas funestas, divulgadas en videos, organizaciones religiosas, políticas, comunitarias, y otras ilegales.
Estos falsos profetas con imaginación diabólica engañan con sus teorías a personajes incautos, incitándolos a no vacunarse, bajo la hipótesis de que generaría autismo, homosexualidad o que serviría para la implantación de un sistema de control a través de microchips.
Celebran desde sus oráculos el triunfo de falsas profecías, colocándole una vela al diablo y otra a Dios. Por un lado, lloran el fallecimiento de víctimas del covid y, por otro, pregonan con sorna la confirmación de sus especulaciones.
Precisamente el diario El Tiempo destaca las palabras del expresidente Donald Trump sobre la pandemia: “el virus es una farsa inventada por los demócratas y un día, de la nada desaparecerá con el uso de desinfectantes y luz ultravioleta”, mientras que le echaba la culpa de toda situación a China.
Incluye igualmente el diario El Tiempo, el caso latinoamericano del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que enfrenta demandas judiciales por supuestamente agravar la pandemia utilizando facultades constitucionales para perturbar la labor administrativa del ministerio de Salud en la elaboración de protocolos clínicos, la difusión de datos y la adquisición de vacunas; siempre ha tergiversado lo que dice la ciencia, sobre la eficiencia y necesidad de las vacunas.
Estos falsos profetas escribirían en las tumbas de las víctimas, la siguiente leyenda en sus epitafios: “Aquí yace un líder, que dio su batalla rechazando las vacunas para salvación de la humanidad”.
Pero en el plano científico, los efectos positivos de las vacunas han sido verificados y comprobados mundialmente.
En mi caso personal, al ser declarado positivo con la nueva variante del coronavirus -ómicron- pude comprobar que los daños letales se dieron en baja intensidad, resultado de la aplicación de las dosis a su debido tiempo. No hubo necesidad de acudir a la UCI, permanecí en aislamiento en mi apartamento ingiriendo los medicamentos formulados por mi amigo el Dr. Leonardo Palacios, médico de la Universidad del Rosario.
Rápidamente me recuperé, lo que me permitió sobrevivir en este planeta para expresar con libertad el gran valor científico de las vacunas.
Contrariamente les ha sucedido a numerosos fanáticos seguidores de los falsos profetas, que por no haberse vacunado congestionan las UCI y sin dudarlo van camino hacia la eternidad.
Profesionales como Claudia Vaca González, Química Farmacéutica de la Universidad Nacional, directora del Centro de Pensamiento y uso de Medicamentos de la misma Universidad, ha investigado a profundidad la naturaleza y efecto de estos antídotos, efectivamente ha comprobado científicamente la realidad y bondad de ellos.
No dudemos que los falsos profetas, aves de mal agüero, son los que en otras épocas han pronosticado el fin del mundo.
Ya es hora de entrar en el mundo civilizado, en el que depositemos la confianza en profesionales especializados, pertenecientes a Instituciones respetables, como lo son también la Organización Mundial de la Salud.