No recuerdo haber leído completo el famoso libro de Víctor Hugo, pero sí vi la película. Y acabo de abrir mi viejo Diccionario de la Real Academia de la Lengua -que no aguanta una hojeada más- para repasar que define el término como “Desdichado, infeliz y desafortunado”, palabra cuyo origen etimológico procede del latín “miserabilis” derivada de “miser” con el significado de “desgraciado”, términos todos ellos que por orden de las nuevas oleadas de inclusión ya no se pueden utilizar, a duras penas admitirían “persona de escasos recursos” para dirigirse a un hombre pobre, porque ya tampoco se puede hablar de discapacitados, ni menos de inválidos, pues ahora hay que decirles “personas en situación de discapacidad”, como si ello en algo aliviara su triste condición.
Pero frente a la Real Academia, debemos ser realistas, y recordemos que en materia de lenguaje, la costumbre hace ley y en el “jetabulario” de la calle, el término “miserable” se usa para calificar a un “ser humano despreciable”, no tanto por su indigencia sino, sobre todo, por su perversa condición moral y es así que cuando aprehenden a un sujeto que acaba de asesinar a una ancianita o de violar a una niña, la gente le grita, unánimemente, a voz en cuello: !miserable! Cuadra bien, y así lo propondremos a la RAE, para que la palabreja vuelva por sus fueros -“desgraciado”- y consulte más lo que la gente quiere decir con respecto a un ser humano ruin, vil y despreciable; no de otra forma podríamos referirnos a un Nerón, a un Calígula, a un Hitler, a un Stalin, a un Amín Dadá, todos ellos cocinándose en las calderas del infierno, a fuego lento eterno.
Y hoy en día lo diríamos -con certeza e inocultable fruición- de un Maduro y de su titiretero, Diosdado Cabello, sátrapas, genocidas de su propio pueblo y exportadores de sus connacionales para empobrecer a los países del vecindario; pero también lo pronunciaríamos, con ganas, para referirnos a los tres redomados criminales, que a punta de cuchillo y armas de fogueo quisieron asesinar y/o atracar, al médico anónimo - verdadero Héroe de Santa Bárbara- que expuso su vida y logró acabar con las de sus victimarios en esa jungla de cemento en la que se ha convertido Bogotá D.C. (Distrito Criminal) y en cuyo nombre, cuando algún día se conozca, debería bautizarse ese fatídico puente peatonal de la calle 121 con novena.
Héroes que añoramos, porque las autoridades de policía aprehenden a los delincuentes, los ponen a disposición de la Fiscalía y de un juez de garantías, quienes se las ingenian para soltarlos, para que sigan delinquiendo a sus anchas por el resto de sus días y si se ponen muy necios, los adornan con unos brazaletes para saber en qué esquina es que siguen “trabajando”.
Post-it. Deprimente el espectáculo radial que nos ofrecieron Vicky, la bonita, y Hassán Nassar, consejero presidencial de comunicaciones quien, en vez de responder con diplomacia la pregunta, se metió por el lado personal con su exjefe de la FM, le picó la lengua y ella -que comulga desde el atrio- le dijo hasta “mico” y mostró su perfil para ser secretaria de prensa de la señora alcaldesa. Vergüenza mediática.