La justicia colombiana ha llegado a sus más bajos niveles, producto de la politiquería a la que la condujo la Constitución del 91, la ausencia de la ética y los pésimos principios que le entregan las escuelas de derecho a sus estudiantes, especialmente las que proliferan en los garajes.
La Constituyente del 91 cambió el rumbo de nuestra justicia, aplicándole las normas del sistema penal acusatorio, que tiene muchos éxitos en poblaciones anglosajonas, como lo advirtió en su momento el ex presidente Alfonso López Michelsen. En nuestro medio ello no opera y sí se presta para desvíos y corrupciones. Nosotros no respetamos la verdad. Somos graduados en burlarla.
La politización es la espada que pende sobre nuestro sistema, porque los que eligen y los elegidos la convierten en cadenas, contubernios y verdaderas empresas para negociar a todos los niveles. El gran caballero “don dinero”, con el que nos irrigó el narcotráfico, se ha apoderado de nuestra gente.
A esto hay que agregarle la justicia espectáculo que reina desde el más humilde juez hasta el gran magistrado. Los micrófonos, las cámaras y ahora la redes, los enloquece.
Todos estos vicios nos permiten observar cómo para elegir a un magistrado se realizan, desayunos, almuerzos y cocteles a los que acuden quienes dirigen cada campaña y los parlamentarios y políticos interesados en tener un comodín en los altos crespones de los tribunales y Cortes.
Como en cualquier mercado persa hoy se ofrecen decisiones judiciales, desde el modesto juzgado, hasta la más encumbrada Corte. El ladronzuelo de calle sale antes de que la víctima termine de poner la denuncia y por un precio muy cómodo que el victimario se apresura a cancelar para salir a delinquir. El valor va subiendo según la categoría del crimen. Casa por cárcel, demora en una orden de captura, vencimiento de términos, tutelitis, absoluciones, etc. etc., tienen su tarifa. Todo en efectivo, no se reciben cheques, aunque si bienes.
En toda la rama, hay “papás y Morenos”.
Estos le han dado el más rudo golpe a nuestra justicia. Cualquier Moreno de los millares que deambulan a lo largo y ancho de nuestra justicia, ofrece y tiene respaldo, del “papá” de los inmorales despachos.
Estos, enlodan a millares de hombres honestos que conocen y practican la ética.
Es tal la inmoralidad, que hasta el propio gobierno ha pagado, para invadir la privacidad de las Cortes, grabando sus sesiones.
Las universidades deben –como se ha sugerido en muchas tertulias, según me dijo el abogado Hugo Artunduaga- crear la cátedra de judicatura, en la cual se prepare a quienes tienen vocación de jueces y magistrados. Así se daría un paso fundamental y urgente para despolitizar la justicia y garantizar la ética.
Mientras algo extraordinario ocurre, tendemos que continuar conviviendo con la corrupción, la deshonestidad y el envilecimiento de nuestra justicia. ¡Largo Morenos y papás!
BLANCO: El Papa Francisco, nos trae la pausa que nos refrescará.
NEGRO: Las insistentes provocaciones de Maduro.
gabrielortiz10@hotmil.com