Los verdes tienen que aprender de los azules | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Noviembre de 2021

La experiencia y los años en política no se improvisan y la demostración la dio el Partido Conservador la semana pasada. Dio una lección de estrategia política y mostraron por qué es un partido que, sin vocación de poder, actúa de la manera más inteligente para mantener vivos sus intereses a largo plazo. No así el partido Verde que, decisión tras decisión, demuestra que es una colectividad amateur y que cuando hace falta historia los lazos de unión son débiles.

Los conservadores que tienen más de 170 años de historia en la política colombiana saben muy bien que lo importante es mantener la unidad del colectivo y no los caprichos personales de unos cuantos protagonistas del partido. Por esa razón, ante la sorpresa de muchos, decidieron oficializar al joven senador David Barguil como su candidato presidencial. No porque crean que con él van a llegar a la presidencia, sino porque saben que una coalición interpartidista que incluya al uribismo no podía darse con el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas por ser considerado la voz viva del santismo. Haberlo tenido a la cabeza habría sido una talanquera para formar una coalición importante que pueda darle la batalla al favorito de la contienda: Gustavo Petro. Por su parte, Barguil no desaprovechó el “papayazo” que tenía con el veto a Cárdenas y el poco trabajo que había hecho el exministro- candidato Juan Carlos Echeverry para ser el aspirante de la colectividad.

Los conservadores tienen casi dos millones de votos que se moverán para las elecciones legislativas y como el otro año tendremos una especie de primera vuelta en marzo, los congresistas le darán toda la fuerza a su candidato porque saben que para los comicios les conviene a ambos. Esta movida política, que demuestra madurez e historia, tristemente no se ha visto en el partido Verde. En medio de una pelea de egos, al sentir que no tenían un candidato ganador se atomizaron y no escogieron un representante único, como sí lo hicieron los azules. Ahí está la diferencia entre un partido histórico que tiene peso, que es disciplinado, que piensa en el futuro de la colectividad y no en los intereses de los más visibles de la misma.

Los verdes eran la “tacita de té” de la política. En los últimos doce años habían sorprendido al país y motivado a los jóvenes. No en vano, en las pasadas elecciones parlamentarias lograron más de 1.300.000 votos, accediendo a nueve curules en cada una de las cámaras y casi todos de quienes las ocuparon han sido muy visibles y participativos de la discusión política. Sin embargo, los enormes errores que han cometido en el proceso para elegir un candidato presidencial desinflaron toda la ilusión que generaban y eso se verá reflejado en la votación a Congreso de marzo.

El panorama pinta que, al dejar en libertad a los miembros de la colectividad, la mayoría se irá con Petro y los otros estarán atomizados entre candidatos sin fuerza. Mientras eso pasa, estarán tirando a la basura los votos que hubieran podido tener si hubieran promovido un candidato único del partido para las interpartidistas de marzo. Por eso, los verdes tienen una lección importante por aprender de los azules.