La exfiscal del régimen chavista, Luisa Ortega era parte estructural de la revolución bolivariana.
Fiel seguidora del maestro supremo, cooperó activamente en la configuración del despotismo.
Gracias a su contribución a la causa revolucionaria, se estructuró un aparato de dominación basado en tres pilares.
Primero, el manto de impunidad que ha beneficiado a los diferentes círculos de poder, desde el anillo más cercano a Maduro y Cabello hasta los que ejercen el control periférico.
Segundo, la venia trémula ante los militares que, obsecuente y dosificadamente cobran, cuota a cuota, sus servicios pretorianos, es decir, represión, persecución e intimidación.
Y tercero, la guarida de toda suerte de rufianes en que se ha convertido a Venezuela para amparar terroristas, narcotraficantes y pelotones enviados por el régimen gemelo de La Habana.
Por otra parte, también es cierto que, repentinamente, en una experiencia mística y sobrenatural, Luisa tuvo la revelación, se vio insuflada por una energía superior y decidió convertirse.
Sobrecogida por semejante epifanía, ella comenzó a criticar al régimen, a tomar distancia y a seleccionar información sensible con la que pudiera sentirse luego a buen recaudo, justo cuando los vientos adversos la arrastraran.
En otras palabras, su apostolado marxista no fue suficiente para reeducar oportunamente al régimen de Miraflores que, por el contrario, acentuó su autoritarismo y convirtió a Luisa en la traidora suprema de la última cena.
Con todo, lo cierto es que ella es la persona que mejor conoce las entrañas del chavismo, escapó con la información suficiente bajo el brazo y, ahora, aquellos que se han beneficiado de la dictadura deben estar temerosos. Muy temerosos.
Empezando, claro, por los ya mencionados dirigentes de los anillos del poder de Maduro y Cabello; los militares, con sus florecientes nexos en el exterior; y las Farc, por sus íntimas relaciones con todos los anteriores.
De hecho, Luisa tendrá que pagar la protección que ahora recibe de Brasil y de la Casa Blanca aportando datos concretos, cosa que ya ha empezado a hacer tanto en el foro de fiscales de Puebla como en el organizado por Mercosur.
En pocas palabras, Luisa debe conocer tan bien como Maduro los verdaderos alcances de la negociación entre Santos y Timochenko en La Habana.
Por eso, al Secretariado no debe hacerle mucha gracia que, tras la escala premonitoria en Bogotá y Brasilia, ella termine en Washington contando, punto por punto, todo lo que sabe.