MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 17 de Diciembre de 2012

Predicciones mayas

 

Si  el mundo termina el próximo 21 de diciembre quiere decir que este podría ser mi última columna. Así que he reflexionado toda la semana sobre lo que debería escribir en caso de que la profecía se cumpliera.

Pensaba comenzar por revisar los temas que llevo reflexionando en este espacio durante años y que con la llegada del fin del mundo no se resolvieron y entonces ocurrió la trágica masacre en el colegio de Connectitcut el pasado viernes. Murieron 12 niñas y 8 niños entre los seis y los siete años de edad. Murieron con ellos sus familias porque la vida como la conocían cambió para siempre. Y compartiendo el dolor que esos padres tienen en estos momentos comprendí que en el transcurso de este año sí se terminó el mundo para muchos de nosotros, al menos el interno, el privado.

Así que la predicción del fin del mundo sí se ha cumplido, lo que sucede es que esto no implica una gran catástrofe que acabe con la vida en el planeta, sino más bien de pequeñas y profundas tragedias en nivel personal. Muertes, separaciones familiares, quiebras empresariales, enfermedades, en fin, un inventario bastante amplio de dificultades que tiene implícito un aprendizaje, que al comienzo no se comprende pero que con el pasar del tiempo, se acepta y se termina agradeciendo.

Así que este tiempo en el que el mundo entero parece estar conectado en la espera de un gran final trágico, puede ser apropiado hacerse la reflexión acerca de qué mundos internos terminaron y cuáles está uno en capacidad de ayudar a reconstruir, porque después de todo la única realidad cierta es que la vida continúa a pesar de todo.

Creo también que al final se trata de tener un poco de fe en que si se hace bien la tarea, la redención vendrá por añadidura. Los malos tiempos terminan y muchas veces son el preámbulo de la llegada de algo nuevo y maravilloso.

La vida, el universo, Dios, la energía, como se le quiera llamar, siempre da avisos de los aprendizajes que están por venir, pero muchas veces hacemos caso omiso a las señales que nos llegan. Preferimos enquistarnos en nuestros paradigmas y no nos damos el permiso de intentar cambiar. Cuando ocurren las tragedias es porque se nos acumularon las advertencias y para ejecutar el aprendizaje, no queda otro camino distinto que vivir la destrucción de nuestro propio mundo.