MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Julio de 2014

Muertos de sed

Quizá  la mayor tragedia que alguien pueda vivir es no tener muy claro cuál es rumbo que quiere transitar en la vida. En lo individual, en lo colectivo. Este parece ser el caso de Santa Marta que quiere ser un gran puerto, explotar una mina gigantesca de carbón, tener ecoturismo, turismo tradicional, sostenimiento de comunidades indígenas históricas, ser reserva natural…
Como es evidente quizá para un/a ciudadano/a del común, la explotación del carbón no es muy compatible con el ecoturismo del Parque Natural Tayrona, ni con las playas atiborradas de turistas que no solo se bañan en un mar contaminado por los desmanes de la
Drummond sino que respiran ese carboncillo sostenido en el entorno que queda después de cargar las barcazas en la mitad del océano.
Resulta que la ciudad quiere convertirse en un gran puerto de llegada y salida de buques y cruceros para hacerle honor a su origen histórico. Sí, Santa Marta quiere ser un gran puerto, pero también respetar los territorios sagrados de las comunidades Arhuacas y Koguis que se mezclan con naturalidad entre locales y turistas.
Hay una verdad irrefutable: ninguna de esas actividades económicas será viable si Santa Marta no soluciona el problema estructural de falta de agua. La ciudad no tiene una red de acueducto y alcantarillado digno de una urbe que recibe una cantidad importante de turistas durante todo el año.
El problema del fenómeno del Niño manifestado en la sequía y la no prevención de este fenómeno durante décadas, no es responsabilidad del Gobierno Nacional. No. Sino de una larga lista de gobernantes locales que no se dieron a la tarea de prevenir este desastre urbano y ecológico.
El gran pecado de nosotros los/as colombianos/as fue haber despilfarrado sin consideración nuestros recursos naturales, porque siendo uno de los 17 países megadiversos del mundo, en este momento tenemos que ser testigos con horror de cómo la ciudad más antigua del país muere de sed. La situación es muy grave, la gente en su desespero trata de solucionar el problema de manera individual, instalando motobombas en las tuberías de cada casa para tratar de empujar el agua del acueducto hasta las llaves del baño y la cocina. Ante la mirada incapaz de los funcionarios de Metroagua.
Ya se va a completar en muchos barrios un mes sin que llegue el agua, pero sí las facturas. Habrá desmanes, revueltas y expresiones sociales y lo peor de esto será la reacción de las autoridades locales que mientras la gente grita porque tiene sed, los policías les llenan la boca pero con gases lacrimógenos.