María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 24 de Febrero de 2016

HILANDO FINO

¡Bajémosle al tono!

 

¡Por favor! Bajémosle al tono y a la agresión entre los partidarios y los no partidarios de los acuerdos que se negocian en La Habana. Ni los unos son unos vendidos a las Farc, ni los otros unos sanguinarios, guerristas enemigos de la paz. Sin embargo, la animosidad entre unos y otros es cada vez más álgida.

 

La presente agresividad entre colombianos buenos y honestos, que no han empuñado un fusil en sus vidas, ni han asesinado, secuestrado, violado, traficado con drogas o extorsionando, no es la mejor manera de llegar a la  ambicionada paz.

 

Cuando un personaje tan destacado y serio como Juan Carlos Henao, rector del  Externado de Colombia, agrede verbalmente en un foro, en el Instituto de Ciencia Política, a una  académica, historiadora y periodista galardonada, como Diana Sofía Giraldo, presidenta de la Fundación Víctimas Visible, la posibilidad de concienzudo análisis de los temas y concordancia entre conceptos opuesto se pierde.

 

Y esto es solo un solo ejemplo. Así los hay por montones. Es difícil leer las páginas editoriales de la prensa sin encontrar algún columnista que agreda al bando opuesto de una manera tan  emponzoñada, que más parecen ser un combate entre enemigos mortales que una discusión entre compatriotas.

 

Hoy ya no parece posible intercambiar opiniones sobre el proceso de paz sin que aflore un furioso antagonismo entre los presentes, aun entre amigos y familiares.

 

Hoy somos un país visceralmente dividido y esta profunda división es el mayor triunfo que le podemos dar a las Farc. “Divide y vencerás”, dijo Maquiavelo. Esta es una estrategia bien conocida de esa narcoguerrilla.

 

Ellas, como nadie, sabrán sacar provecho de nuestra discordia, de los odios profundos que se han creado, del desconcierto que vive el país. Es fácil aprovecharse de un enemigo dividido.

 

Recapacitemos. Se requiere consenso entre los colombianos de paz. Tomemos estas negociaciones con calma. ¿Por qué forzar las fechas?  Creo que la fatiga y la premura no son buenas consejeras en una negociación. Si hemos esperado 50 años por la paz, podemos esperar unos meses más para obtener un mejor acuerdo, más mesurado y aceptable. Una paz atragantada, llena de sapos y odios, no será duradera

 

Las Farc deben ser las primeras en entender que para ellas es mejor tener al país a su favor que en su encontrar.

 

En La Habana hay temas que hay que repensar mejor. Por ejemplo, cómo es posible que un soldado de la patria reciba $800 mil pesos de pensión cuando un guerrillero desmovilizado recibe $1’300. 000 mensuales de compensación (cómo me contó un soldado, entristecido y disgustado, mientras cobraba su pensión).

 

Y, mientras se afinan las negociaciones dediquemos más tiempo a otros problemas apremiantes, como la vergonzosa situación de los niños wayuu en la Guajira. ¿Cuántos niños más deben morir para que se alce la voz de toda la sociedad contra la corrupción, la desidia, el abandono que sufren estas tribus? Ni uno solo de nosotros debe guardar silencio ante esta tragedia.

Así que, bajémosle el tono a los insultos por las negociaciones y subamos el tono para demandar atención sobre la crisis que sufren los wayuu y otros territorios abandonados por el Gobierno y asolados por la corrupción.