María Clara Ospina | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Junio de 2016

HILANDO FINO

¡París inundado y en huelga!

 

CUANDO llegué a París sabía que encontraría un París diferente. Con seguridad los ataques terroristas de Isis habían dejado una dolorosa herida, fácil de reconocer en la bella ciudad. Así fue, me encontré con una ciudad diferente, no sólo por los mencionados ataques sino también porque París estaba inundada y en huelga.

 

Días de lluvia ininterrumpida causaban estragos en todo el país, inclusive en París. El Sena estaba por desbordarse. Sus aguas tocaban los arcos de los puentes y cubrían completamente las calles laterales al rio. Los parisinos y los turistas se apiñaban en sus bordes a tomar fotografías, bajo increíble aguaceros y temperaturas de 12 grados centígrados. Esto en los primeros días de junio, ¡increíble!.

 

El cambio climático amenaza hoy a la ciudad con inundaciones que pueden dañar sus más bellas edificaciones a orillas del Sena, como Notre Dame y los museos del Louvre y de Orsay, los cuales tuvieron que cerrar sus puertas a los visitantes y movilizar sus más preciadas obras a los pisos más altos de sus edificaciones para protegerlas.

 

Pero lo peor en la ciudad han sido las huelgas: de trasporte, buses, metro y trenes, y la amenaza de unirse a ellas de los recogedores de basura, la cual ya se comienza a amontonar por todas partes. La verdad, no fueron pocos las ratas que vi por ahí. No sé si por las inundaciones o las basuras.

 

Así muestra su fuerza el Partido Comunista que controla los mayores sindicatos y se opone a la nueva Ley del Trabajo, del gobierno de Hollande. Esta ley toma medidas indispensables para que Francia no termine en una crisis económica como la de Grecia. Las concesiones exageradas a los sindicatos, acumuladas a través de los años, son una amenaza real contra el crecimiento económico del país.

Todos los partidos, inclusive los socialistas, han hecho un llamado a los comunistas para que detengan las huelgas hasta que pasen las inundaciones. Apelando a su sentido común y al respeto que se debe a los más de veinte mil franceses afectados por las lluvias en todo el país. En general. el disgusto contra los comunistas es latente.

 

Pero el comunismo, indiferente, muestra sus dientes contra la economía y eso afecta a esta ciudad más que a ninguna. ¿Cuántos empleos se perderán si los sindicatos insisten en sus demandas? ¿Es que los comunistas no han aprendido nada de los fracasos que sus políticas han causado en otros países?

 

También el peligro de otro ataque terrorista es latente. En todo lugar hay soldados patrullando, fuertemente armados.

 

No, este no es el mismo París de antes del atentado contra el magazín satírico Charlie Hebdo, o el del 13 de noviembre del año pasado.

 

Hoy París está en alerta, pero su resplandor, su alegría, su permanente efervescencia, no ha disminuido un ápice. Claro, se habla de los ataques de Isis, como se habla aun de la invasión de los nazis, como una tragedia pasada más no olvidada. Se habla de las inundaciones y las huelgas, de las ratas y los comunistas, pero, los parisinos son resistentes, han pasado por mucho y siempre hay certeza de que saldrán adelante.

 

La solidaridad de sus gentes está presente en cada sonrisa, cada saludo. La reconozco por que la sentí cuando visite a Nueva York dos meses después del ataque del 11 de septiembre del 2000. Eran neoyorquinos más amables, menos indiferentes, como hoy lo son los parisinos. Las tragedias traen eso, un acercamiento, un sentimiento de hermandad entre los afectados.