Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Diciembre de 2015

El tinglado de una farsa

“Pobre umbral afecta legitimidad del acuerdo”

LAaprobación del proyecto de ley sobre el plebiscito suscita numerosas inquietudes sobre sus perversos alcances, relativos a los daños inferidos a las instituciones y a los peligros que encarna para la vida democrática de la Nación. En efecto, no se trata de hacer uso del mecanismo de participación ciudadana previsto en la Constitución y en la ley, sino de un instrumento groseramente modificado para ajustarlo al avieso propósito de lograr una precaria refrendación de un acuerdo de paz. Diseñado para que el pueblo se pronuncie sobre una determinada decisión del ejecutivo, aprobándola o rechazándola, hoy le prestan a esa decisión una naturaleza que no tiene, convirtiendo en obligatorias todas las modificaciones constitucionales y legales que se desprendan de un acuerdo de paz. No contentos con semejante esperpento, sustituyen el umbral de participación previsto para su adopción, por un umbral de decisión del 13% del censo electoral, afectando, con ese pobre respaldo, la legitimidad del acuerdo de paz.

Pero, además, el esfuerzo para convertir en ley un plebiscito desnaturalizado que podría fallecer tempranamente por obra del rechazo a su realización ya anunciado por las Farc, tiene todas las probabilidades de sufrir la misma suerte del Marco Jurídico para la Paz, también víctima de la oposición de la guerrilla que castiga con arrogancia las inútiles premuras del gobierno.

Los debates en Senado y Cámara evidenciaron la triste condición de un Congreso que no delibera y se contenta con protocolizar la voluntad gubernamental. Esa afectación profunda a la división de poderes y a las competencias del Congreso, constituye precedente peligroso para la democracia colombiana, porque deja abierta la puerta a que las aspiraciones cesaristas de cualquiera, replique entre nosotros la utilización del plebiscito para perpetuarse en el poder, como ya ha acontecido en numerosos episodios en esta y otras latitudes. La paz no merece ciertamente esa clase de epílogo.

Y no se trata de una predicción caprichosa y sin sustento, si a este plebiscito le sumamos lo que viene aconteciendo con el trámite y contenido del Acto Legislativo para la Paz, o con las facultades extraordinarias al presidente, en los que el Congreso abdicó de su derecho a debatir y modificar las disposiciones que se llevan a su conocimiento y decisión. Quedaría así montado el tinglado de una farsa en el que la víctima serían las instituciones democráticas y con ellas la paz en Colombia.