MARTA LUCÍA RAMÍREZ | El Nuevo Siglo
Miércoles, 14 de Diciembre de 2011

 

Ciega, sorda y muda

 

Bien quedó registrado en todos los medios de comunicación cómo el positivo balance de la actividad legislativa en el segundo período de la legislatura 2010-2011 produjo toda clase de lisonja al ejecutivo por su marcada influencia en la aprobación de más del 90% de las iniciativas propuestas en el primer año por Juan Manuel Santos. Baste con mencionar proyectos como la Ley de Víctimas, La Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, el Estatuto Anticorrupción, la reforma al Sistema General de Regalías o la Ley de Suelo Urbanizable, para dar, por descontado, una clara lección en lo que a coordinación de partidos y movimientos políticos se refiere, en procura del cabal cumplimiento del plan de gobierno.

Sin embargo, a pesar de que ese logro parecía auspiciar amplio margen de maniobra en cabeza del presidente Santos de cara a los nuevos retos legislativos, la reforma a la justicia, por ejemplo, que se erige en uno de los ejes fundamentales en su estrategia de administración y en indiscutible prioridad para la supervivencia y fortalecimiento de nuestra democracia, no corre con la misma suerte. Lo dicho tiene su razón de ser en todos los vericuetos que ha tenido que enfrentar el mencionado proyecto, que no cuenta con el apoyo de las altas cortes, no sólo uno de sus principales actores, sino el más trascendental.

Podría casi que advertirse, al rompe, sobre lo complejo y controversial de muchas de las disposiciones allí contenidas, como resultan ser, en efecto, el tema del fuero militar, las modificaciones del Consejo Superior de la Judicatura, el nuevo alcance de la figura de la silla vacía, los órganos que se encargarán del juzgamiento de los congresistas o las facultades de nominación en la rama judicial. Tópicos nada fáciles de concertar en el seno del foro congresional, variopinto por demás.

Con todo, lo cierto es que el proyecto de reforma del Gobierno y el presentado por el Consejo de Estado en la pretensión de reformar a la justicia, así como los debates y discusiones que ellos han suscitado, tienen como común denominador su lejanía de las que pudiesen ser las propuestas de una reforma trascendental al funcionamiento e instrumentos de la justicia, a fin de avanzar en aspectos de oportunidad, efectividad y eficacia.

Quizás nunca fue de la esencia de ninguno de los dos proyectos, verbigracia, trazar directrices en materia de descongestión judicial o formular tratamientos de choque operativo, pues pudo más la preocupación por los recursos destinados a este rubro que el específico enfoque en el cual deberían invertirse, ni los indicadores que den cuenta de su adecuada gestión. La inversión en la modernización de la justicia a partir del mejoramiento de su infraestructura, la estandarización y procesamiento de procesos en tiempo real, la adopción de esquemas de respuesta exceptivos que permitan evacuar rápidamente el aparato judicial y una adecuada gerencia para hacer eficientes los sistemas operativos, son elementos sine qua non que brillan por su ausencia en la aludida reforma.

Con la simple destinación de mayores recursos al sector no se asegura la superación de las limitaciones y vacíos técnicos y humanos que explican porque según los indicadores de eficiencia internacional en la materia, recogidos en el importante estudio de ANIF, nos encontramos ubicados en posiciones mediocres a escala regional e internacional.

Los innumerables estudios académicos y los pronunciamientos de la Corporación Excelencia en la Justicia desde distintas perspectivas, coinciden en señalar que frente a los recursos finitos, la transparencia y eficiencia son elementos ineludibles. Por lo visto, parece que la reforma a la justicia está ciega, sorda y muda frente al hecho de que una asignación presupuestal intermedia bien puede coadyuvar a la eficiencia operativa de la justicia. Todo es cuestión de voluntad política de unos y otros. Por fortuna volvimos a tener un excelente Ministro de Justicia para poder materializar la justicia del colombiano de a pie y despojarla como dice Amartya Sende de los egos que parecen llevarla a un segundo plano.