MARTA LUCÍA RAMÍREZ DE RINCÓN | El Nuevo Siglo
Martes, 16 de Agosto de 2011

El cambio de la estructura productiva colombiana


“En contraste debemos destacar el papel de la manufactura”


DESDE  1970 se ha presentando cierta regularidad en la estructura productiva de la mayoría de los países del mundo, el aumento de la participación del sector servicios dentro del Producto Interno Bruto (PIB), y por consiguiente la recomposición de los demás sectores de la economía, incluyendo la menor participación de la industria. Ello se ha interpretado por muchos analistas como un “fenómeno natural”.


El debate está abierto, pero más allá de las opiniones encontradas es importante preguntarse si la generalización del proceso es fatal e irreversible, cuáles son sus consecuencias en naciones con menor nivel de desarrollo y de qué manera países como el nuestro pueden inducir un desarrollo simultáneo y complementario de diferentes industrias y servicios sofisticados gracias a la innovación.


El sector servicios incluye una gran diversidad de actividades con productividades disímiles (tanto altas como bajas); sin embargo, en las últimas dos décadas, ha tenido lugar en los países desarrollados y en algunos emergentes, un gran aumento de la productividad en todas las sub-ramas que envuelven la prestación de servicios financieros, de transporte, logísticos, gubernamentales, comerciales y de telecomunicaciones, como consecuencia en gran parte de la utilización intensiva de tecnologías de punta y particularmente de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC) llevadas a cabo sobre una sólida base industrial. Lo anterior ha dado lugar a una mayor sofisticación en la producción global de servicios y durante varios años ha generado mayor crecimiento en el comercio de servicios que en el comercio de bienes en los flujos del comercio internacional. Así, el sector servicios se convirtió en el gran generador del empleo (más del 50%) y de la productividad de toda economía.


En Colombia, sin embargo, esta evolución tiene diferencias profundas. Dentro de los países de América Latina, nuestra nación ha tenido uno de los mayores aumentos porcentuales del sector servicios dentro de la composición del PIB pues pasó de representar 52.3% promedio entre 1990 y 1999, a 59.5% entre 2000 y 2009 (Banco Mundial, 2011). Lastimosamente, este aumento de los servicios no ha sido impulsado por el desarrollo de una economía más sofisticada que demanda y produce más servicios derivados de actividades innovadoras en ciencia y tecnología sobre una plataforma industrial y agrícola avanzadas y por ello no se vio reflejado en un incremento significativo de la participación del sector en la generación de riqueza adicional y mucho menos de empleos de calidad. Una parte al menos del empleo en los servicios tiene un carácter muy precario y como lo muestran las estadísticas del DANE, entre 2000 y 2009 su impacto no es comparable al de economías con mayor nivel de desarrollo.


En contraste debemos destacar el papel esencial de la manufactura industrial para el progreso sostenido, gracias a que promueve la formación de cadenas de valor agregado nacional, donde hay un gran potencial para generar incrementos constantes de empleo, productividad y asimilación, producción y distribución de cambio técnico; lo que se torna favorable en términos de estabilidad del crecimiento económico de largo plazo propiciando la producción de bienes y servicios con mayor intensidad tecnológica, competitividad real y menor riesgo coyuntural como sucede a los precios de los commodities.


Lo importante entonces, no está en discutir cuándo fue que la industria presentó su mayor caída o desaceleración, sino las medidas, políticas y estrategias para conseguir una “reindustrialización”, que al tiempo con la demanda y producción de servicios de alta tecnología, permita construir las bases para un verdadero avance en los demás sectores de la economía; favoreciendo la creación de empleos de calidad, la reducción de la pobreza, la inclusión social y la generación de cadenas de valor con alto grado de competitividad exportadoras en todo el sistema económico, y no sólo en una parte de él.


Aplaudimos el objetivo propuesto por el gobierno en las medidas arancelarias recientemente anunciadas y una vez analizado su impacto puntual en diferentes cadenas consideramos vital que Vayamos por más, desarrollando con el Gobierno las condiciones para estructurar dichas cadenas y explorando su mayor capacidad de producción basada en la innovación, tal como recién lo hizo el Gobierno de Brasil.