MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Abril de 2014

¿Ganará Santos?

 

El Gobierno pone sus esperanzas electorales en la Costa. Se basa en los resultados que le dieron la ventaja en la última elección parlamentaria. De ahí que viera con alarma cómo Gustavo Petro llenaba plazas en las principales plazas caribeñas. El periódico El Tiempo no dijo ni mute de las multitudes, ni de las denuncias.

Pero los medios regionales y las redes sociales lo publicitaron. Y la campaña reeleccionista estaba bastante más inquieta de lo que quería dejar ver. Si Santos y Vargas creyeron que podían birlar impunemente a la democracia escudándose en un acto administrativo de un Procurador lefebrista, se equivocaron por la mitad de la barba. La sagaz arbitrariedad es solo un eslabón de la larga cadena de pequeñas mezquindades que Santos inicio al nombrar a una contendora derrotada por Petro, para que le sirviera de “puente” con el gobierno central. Si Petro no fue un buen administrador, el Gobierno Santos desde el inicio buscó desestabilizarlo. Ahora los jueces ordenaron su restitución, lo reintegraron. Y Santos se rasga la vestidura contra el derecho a la tutela. Sin tutela los colombianos no tendrían salud, ni educación ni podrían jubilarse, como lo sabe cualquiera que se ve obligado a entutelar a la burocracia inepta y lerda. Entonces el Presidente busca cambiar el único medio expeditivo que tenemos, y que en este caso impidió que con una medida administrativa sobre higiene pública se desconociera la votación ganadora.

Hay un orden internacional que por cierto es costoso de mantener para las naciones que lo suscriben. Y cuando éstas en uso de su libertad, adhieren, no lo hacen para seguir alegando soberanía cada vez que las recomendaciones les desagraden, tipo Venezuela en el caso de Leopoldo López, tipo Colombia con Gustavo Petro. En materia diplomática hay que ser serios. Solo un déspota, un carácter arbitrario pide la intervención de un juez y luego controvierte su autoridad si la sentencia o la recomendación no le satisface, tal como lo hace Uribe ante el fallo del tribunal de La Haya. Con esa actitud no se podría siquiera celebrar la Copa de fútbol. Es una actitud de barra brava dispuesta a golpear el día de su funeral a una gloria de Colombia por no compartir su postura política.

Tengo la impresión de que si hay segunda vuelta gana Peñalosa. Él se apoderó del centro del espectro político nacional. Mejor dicho se lo entregaron. En las principales capitales del país las maquinarias parlamentarias miran los toros desde la barrera y a los esquivos votantes desde el balcón de la indiferencia. La opinión que pesa mucho en las tres principales (Bogotá, Medellín, Cali) es adversa a la división polar Santos-Uribe. El pésimo manejo dado por el gobierno central al caso Bogotá ha galvanizado a setecientas mil personas enfurecidas en contra de Santos-Ordóñez, para la próxima elección. El intento de ignorar esa realidad la hace tanto más irremediable. La menguada izquierda presenta con Clara López quizá el más estructurado discurso de su historia. El partido liberal y conservador no suscitan entusiasmo, perdidos como están en el nepotismo y, la gabela, y la cuota regional de los puestos. Trafican con la angustia ajena supeditados al reino de la necesidad sin capacidad de despertar la creatividad social. La historia los está desbancando. Y el país está en un escepticismo colectivo, más pendiente del fútbol que en la reelección de un Presidente cuya reforma educativa y de la Justicia quedó en veremos.