MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Septiembre de 2014

El infierno de la Cabal

 

El último infierno de Dante es gélido, el poeta ve ahí a Judas y a Satán congelados. Y para salir al hemisferio sur debió rozarle los helados pelos y erectos de Lucifer. Una vez fuera ve las estrellas del otro lado del globo, la Cruz del sur. Esto lo “vio” dos siglos antes de Colón y antes de Copérnico. Es un misterio. En el círculo octavo de ese infierno están los disociadores “los que siembran discordia entre la gente” que destilan odio y tanto mal causan enrareciendo la vida. De ellos dice: “¿Quién lograría, aun con palabras sueltas, hablar de tanta sangre y tanta herida, aunque diese al discurso muchas vueltas?”.

 Como en Colombia siete siglos después,  la Europa de entonces vivía en conflicto. Había gente de paz aun si entendieran distintas cosas con ese vocablo, y también había gente empeñada en la guerra fingiendo preocuparse por la paz. Pero al menos los nobles que procuraban la guerra aduciendo altas causas jurídicas o religiosas, morían en la lucha, y sus hijos se exponían en la batalla y perecían en ella. Es decir, no esquivaban el servicio militar, no dejaban el peligro solo para los más pobres soldados. Como aquí en donde los y las más feroces guerreristas desde sus poltronas de Internet proclaman que sus intereses merecen 200 años más de guerra civil. La representante Cabal, según la revista Semana, y por confesión de parte del hacker Sepúlveda, ha utilizado la red para ese fin. Y varios ganaderos están angustiados ya que, si ello es cierto, se vea afectada la federación que los protege. Federación que ya de suyo con problemas sin tener que agregarle esas intemperancias que rayan en lo penal. Y que ponen a su presidente a defender lo indefensable en aras del honor familiar y so capa de la libertad de expresión. El temor de los amigos ganaderos no es vano, ya que en asunto de visas, por  ejemplo, la mayoría de los países la niegan a personas o instituciones con nexos con grupos neonazis. Y la Cabal los tiene, se asesora de ellos, retuitea (disculpen el neologismo) los odios de sus seguidores y  amigos nazis, según la prolija investigadora María Jimena Duzán, en su artículo “El derecho a decir estupideces”.

 Por menos la Procuraduría le quitó la investidura a Piedad Córdoba. En El Espectador el laureado ensayista Julio César Londoño aliña su opinión con el suave título de “Fea pero bruta”. Es la defensa natural de la democracia, las sociedades abiertas de las que habla Popper, ante los embates de quienes se acobijan con ella para negarla. Pero no todos los opositores al neonazismo son tan severos con esta brava aspirante al octavo círculo. Se preguntan risueños si el ideal racial del nazismo criollo deberá  tener encefalitis bovina como la del consiglieri José Obdulio. También injurioso él y calumniador sentenciado. O si el ideal femenino de ese neo-racismo deberá asemejarse a una adusta estampa salida del tarot medieval de Marsella.

En todo caso nuestro inmortal Gabo escribía para ser querido, escribía por amor aun si quizá no fuese creyente y estuviese pifio en política. En cambio su injuriadora escribe por odio y utiliza una simbología cristiana, cuya esencia es el amor, para zaherir y difamar. Y eso sí es para muchos, algo más grave que los intereses de Fedegan.