Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 3 de Noviembre de 2014

“Órgano al cual la ciencia occidental está dando prioridad”

Tres investigadores

Otra vez el cerebro

EL  Premio Nobel de Medicina del 2014 ha sido otorgado a tres investigadores del cerebro. Órgano al cual la ciencia occidental está dando prioridad. Querían averiguar cómo opera  el sentido de orientación de las ratas en un espacio. El modo como ese cerebro capta la topografía de un lugar. Utilizaron electrodos. Cuando el animal descubría un lugar, sus neuronas tenían reacciones diferentes a cuando lo reconocían y recordaban. En ese caso ciertas neuronas de su memoria se disparaban. Hasta ahí parece poca cosa… Pero los experimentadores fueron uniendo los puntos de las neuronas que se disparaban en el acto de reconocimiento. Vale decir trazaron un mapa de esa interioridad que expresaba el posicionamiento y al trasladar los disparos a un computador estos invariablemente trazaban un nítido hexagrama. Se trataba de un reiterado patrón mental. Un código cerebral. Un GPS interno como lo llamó un comentarista. Y la rata seguía ese mapa abstracto en su mente con dirección y propósito sin, por ejemplo, dejarse desviar por pequeños nuevos detalles cambiados del entorno, de efímera apariencia. Para retomar una discusión milenaria, seguía un mapa platónico no un reiterado empirismo… Además habría que agregar que el hexagrama es la figura geométrica más sencilla para unir los puntos de su representación mental. Un hexagrama como las celdillas del panal que las abejas construyen sin haberlo aprendido desde hace milenios, generación tras generación, tal como lo hacía notar Mauricio de Maeterlink en célebre libro, lo que también le valió el Premio Nobel hace ya más de un siglo.

 En una etapa tan temprana como los años 70 los médicos decían que el estudio del cerebro era casi imposible por ser una unidad sellada. En verdad el sentido común no nos sirve mucho para conocerlo. El sentido común cree que el olvido es un proceso pasivo de simple paso de tiempo. Pero ocurre que hay casos raros de personas que, como Funes el memorioso de Borges, recuerdan todo. Vale decir tiene como una doble columna en la que aparece la memoria inmediata y la anterior relacionada con lo que están viendo. Por alguna extraña razón no segregan la dopamina específica que borra lo ya visto. Sin ese agente activo el recuerdo persiste intacto en la memoria. A menos que se muera la neurona. Para esos raros pacientes la vida se vuelve una pesadilla pues como dice el poeta León de Greiff “Después de tantas y tan pequeñas cosas busca el espíritu mejores aires, mejores aires… porque es bueno olvidar”. Los científicos han clasificado ya esa variedad de dopamina. Discuten ahora si es lícito utilizarla en pacientes que han sufrido hechos traumáticos. Hay quienes creen que al ser la memoria un patrimonio constitutivo de lo que somos, al borrar lo atroz también se borra la posibilidad del crecimiento interior que suele ir aparejado con el dolor. Por cuanto aún no sabemos lo suficiente respecto al factor placer-dolor en la formación de las personas. Sin por supuesto hacer una apología al sadismo educativo pero tampoco reducir la pedagogía a un invernadero hedonista, etc. No sabemos qué habría ocurrido con el crisol de Beethoven o el Dante, que trasfiguró el dolor en creación, si se le aplicara generosas dosis de dopamina a  discreción. En cuanto a la existencia o no de una memoria profunda de la especie, más allá de la personal y que todos poseeríamos hay poco averiguado. En Colombia, el pintor Juan Manuel Lugo quien aún vive, sufrió un grave accidente de tráfico que lo dejo varios meses en coma. Y según testigos que reconocieron lo que decía, empezó a hablar en ruso, idioma al que nunca había estado expuesto. En fin, hay una rama de la biología holística que afirma que existe un conocimiento de toda la especie a través de las unidades individuales. Pero eso ya es otro tema.