Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Diciembre de 2015

Venezuela como signo de interrogación

“Vientos de cambio pueden soplar en ese país”

HABLAR de unas elecciones antes de que ocurran entraña un riesgo menos monótono a la artera sabiduría de quien habla después de los hechos. Escribo esto sin conocer los resultados. Supongo que ganará la oposición venezolana. Quizás  logre  suficientes diputados para oponerse con éxito al gobierno. Es una oposición sin identidad programática, llena de contradicciones a la cual une un común enemigo.

Si obtiene esa mayoría necesaria puede pedir la revocatoria del mandato de Maduro, quien de otro modo gobernaría hasta el 2019. Destituido éste la heterogénea oposición tendrá que gobernar a un país en bancarrota con un decrecimiento del PIB de menos diez por ciento al año. No podrá mantener los subsidios, y el llamado” sinceramiento de los precios” que había propuesto Maduro y que no hizo, será obligatorio.  Asumirá el grave endeudamiento internacional con China que dejará Maduro. Y ante el pueblo pagará los trastos rotos del legado chavista. En fin, así el populismo tendrá de nuevo una magnifica disculpa política para enquistarse y sobrevivir en el próximo futuro.  

De acuerdo esto parece pesimista, pero resulta que el mal de Venezuela es estructural. Depende de un solo producto, carece de clase dirigente capaz. Y esta polarizada como  ningún otro país del hemisferio, incluyendo a Colombia. Su PIB es la mitad del nuestro. El populismo allá puede vivir de lo que sale del suelo. No requiere tener proyectos productivos y a largo plazo. Simplemente promete. La oposición tampoco tiene ni ha tenido, cuando gobernaba su proyecto del Punto Fijo, arrestos suficientes para desarrollar industria o agricultura. Si bien no le quebró el espinazo a cualquier tipo de producción incipiente, como lo ha hecho el chavismo. Esto afecta a todo el continente pero sobre todo a Colombia quien alcanzó a exportarles hasta cinco mil millones anuales en productos, hasta que dejaron de pagar. Chávez aseguro que podría sustituir el ganado proveniente de acá con el argentino. Pero descubrió que también había que  pagarles, y con el añadido de la distancia.

Las bravatas ideológicas no perturban las sumas y las restas. Si el resultado favorece a la oposición es de todos modos preferible para ese país que tiene hoy más del 30% de pobres, con una inflación del 200 % y un régimen alérgico a la trasparencia de las cifras claras. Soplan nuevos vientos en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú, y con la derrota del chavismo, Venezuela no será la misma.