MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Julio de 2012

Llega este cuento por la Red

 

Es agosto, en una pequeña ciudad de la costa, en plena temporada; cae una lluvia torrencial y hace varios días que la ciudad parece desierta. No se ve gente en las calles.

Hace largo rato que la crisis viene azotando este lugar, todos tienen deudas y viven a base de créditos.

Por fortuna, llega un ruso mafioso forrado de plata y entra en el único pequeño hotel del lugar.

Pide una habitación. Pone un billete de 100 dólares en la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones.

El jefe del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero. Éste toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos.

A su turno éste sale corriendo para pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales.

El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre presuroso a liquidar su deuda con la prostituta a la que hace tiempo que no le paga, dado que no disponía de dinero.

En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.

La prostituta con el billete en la mano sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado y le entrega el billete al dueño del hotel.

En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va.

Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza.

Estos ejercicios de la imaginación, anónimos, llenos de ironía, demuestran la nueva tendencia que curiosamente es medieval.

Vale decir que a su autor le importa nada estampar su nombre. Y lo que le interesa es hacer un aporte o divertir sin mayores pretensiones. Lo moderno y lo gótico concurren. Se cierra el círculo.