Para combatir la corrupción, solicitar reivindicaciones, protestar contra injusticias en una sociedad consumista en la cual se carece de capacidad de consumo, es legítimo el derecho de movilización sin ocultamiento de rostros ni la comisión de actos vandálicos. El anonimato crea desigualdad entre quienes dan la cara y los que la ocultan, me gustan los soñadores sin careta, el coraje de jóvenes caminantes absteniéndose de maltratar a ciudadanos que ven con malos ojos a los activistas de antifaz.
Las revoluciones se hacen sin máscara, su uso a través del tiempo, las religiosas, las del teatro, las de los carnavales, las empleadas en fiestas vinculadas a conquistas amorosas son conocidas; sin embargo, diferentes al desaparecimiento de identidad propio de los miembros de bandas criminales. Sé que desde la antigüedad, cuando el ser humano adquirió autoconciencia, aparecieron las máscaras, que griegos, egipcios y romanos las utilizaron, que en la edad media y en el renacimiento proliferaron, que en México hace unos años, El Santo, puso de moda la suya en el cuadrilátero, personalmente identifico las de Batman y El Fantasma, pero me opongo al uso de capuchas y máscaras en reuniones comunitarias, considero además negativo el enfrentamiento con el Esmad, del cual forma parte, por cierto, un numeroso grupo de jóvenes, también estudiantes.
La crisis del Estado es evidente, existe rebelión de las masas, la crítica a la deteriorada clase dirigente, el repudio a la corrupción, no obstante el intento de crear frentes guerrilleros es anacrónico y absurdo suponer que el anarquismo conduce a buen puerto. Hay que lograr la concordancia del modelo educativo con la era cibernética, los compatriotas nacidos en el presente milenio merecen un futuro digno imposible de aclimatar sin sentido común.
El compromiso es con la inteligencia, asumiendo liderazgo constructivo, se trata de corregir errores, de producir el relevo generacional coherente, de impedir el agravamiento de tensiones en época denominada de posconflicto, de trabajar por la conquista de una sociedad más prospera e igualitaria, de no extender equivocaciones y facilitar la continuidad burocrática de un sistema roto fundamentado en el clientelismo. No me llaman la atención las máscaras exóticas, ni las sueltas, sino el rostro de compatriotas empeñados en laborar por la renovación pacífica institucional y humana.
La violencia ejercida por unos infiltrados choca con los ideales mayoritarios de la población estudiantil y la destrucción de bienes públicos, la afectación de sitios de trabajo particulares, del escaso capital de ciudadanos perplejos frente a la barbarie, la obstrucción al cubrimiento de la noticia, no puede proseguir, el periodismo es un servicio público donde debe primar la verdad así no le convenga a los revoltosos.