Percibo el aroma contagioso de la nueva primera ministra italiana, Georgia Meloni, en el panorama político europeo y en concreto en el español. Ahí tenemos a la que fue candidata andaluza por Vox, Macarena Olona, dispuesta a presentar 'su' movimiento, que quizá llegue a cuajar en partido, desgajado, por razón de enfado, del de Santiago Abascal. La señora Olona no tendrá, presumiblemente, el éxito de Meloni: no tiene ni espacio, ni organización, ni militantes, ni coyuntura favorable, ni demasiados simpatizantes. Solo, dice ella, financiación. ¿Quién tiene interés en financiar un proyecto imposible?
Quisiera evitar fáciles juegos de palabras entre Meloni y Olona, aunque es posible que desde sus propios cuarteles ella misma trate de resaltar las similitudes entre lo que ambas representan: una derecha extrema que trata de limar sus aristas más visibles a base de proclamar que no son ni antieuropeístas, ni antirracistas, ni antifeministas. Tanto se quiere limar que a veces uno no comprende por qué el proyecto que anunciará este viernes la señora Olona no se encuadra en el ala más derecha del Partido Popular, que ya hemos visto estos días que existe y está boyante. ¿Personalismo? Es, sin duda, uno de los males de la política española.
Por supuesto, defiendo y defenderé el derecho de asociación libre en torno a ideas que no violen la legalidad. Pero constato que la 'sopa de letras' en política deriva siempre en la confusión. Y lamento que la normativa electoral española fomente los 'extraños compañeros de cama': ahí están las componendas del gobierno con Podemos y las que quizá tenga que urdir el Partido Popular con Vox, en función de lo que digan las urnas. Los resultados ya se ven en cada sesión de control al Gobierno en el Parlamemnto: chantajes al gobernante y descalificaciones de este a la oposición. Y punto.
Sí, creo en las ventajas del bipartidismo, por muy imperfecto que sea, aunque entiendo y observo con atención algunos intentos regeneracionistas tanto en la izquierda como en la derecha, y ojalá también pudiésemos adivinarlos en el centro. Lo que no veo por ninguna parte es la necesidad de crear 'movidas' sin rumbo ni futuro, fruto meramente del cabreo y de la egolatría. No, señora Olona, no; esa aventura no le saldrá bien. Y menos con algunas compañías que aseguran que la rondan. Lo de Meloni, que personalmente tampoco me gusta, desde luego, es otra cosa, lo mismo que el caos político italiano tiene grandes diferencias con el que indudablemente también existe en España.