Este neurálgico tema definitivamente estará presente por siempre en nuestra sociedad y justicia, porque debemos cargar con esa mácula que nos apena ante el mundo, cuando se presenta el debate sobre si los armados ilegales reclutaron menores para incorporarlos a su filas, con el fin de utilizarlo como combatientes, y lo más penoso, sin que hasta estas calendas se hayan tomado medidas, no solo para evitarlo -porque todavía se estila esta práctica-, sino para sancionar a los responsables de esa abominable situación.
De la génesis sobre el reclutamiento de menores por los grupos armados ilegales se han adelantado varios estudios y están sobre diagnosticadas las raíces y estrategias desarrolladas por los actores, hasta el punto de reconocer que esta práctica es de fácil ejecución, por variadas y penosas razones, como es la violencia intrafamiliar que con exagerada frecuencia se presenta en los hogares, donde los progenitores y entorno familiar, sin proponérselo, facilitan el reclutamiento de sus hijos y parientes, quienes al ser objeto de malos tratos y abusos en diferentes direcciones y aspectos, toman la determinación de refugiarse en estas organizaciones al margen de la ley.
Otra alternativa usada por los reclutadores se refiere a la posibilidades de encontrar en las filas armadas, un futuro económico estable, según las promesas de sus “amigos”, esto sin descartar ese atractivo que a su corta edad les genera el uso de las armas con una supuesta libertad de acción. En fin, las estrategias y facilidades son variadas, en su mayoría apalancadas en la corta edad e ingenuidad de los menores, quienes una vez incorporados son sometidos a una disciplina difícil de describir, pues antes que formadora tiende a distorsionar cualquier respeto u observancia de talante moral; pues en un principio le asignan responsabilidades de carácter doméstico, como son la preparación de alimentos y mantenimiento en las áreas utilizadas por sus jefes, sin escapar a posibilidades de ser objetos sexuales contra su consentimiento o voluntad.
Iniciada la instrucción guerrera aparece el control hombre a hombre, donde los niños son vigilados permanentemente y sancionados frente a cualquier equivocación, constriñéndolos en todo sentido, al punto que en sus charlas y adoctrinamiento les crean un enemigo permanente, a quien se debe eliminar y odiar a muerte. Este concepto es de suma importancia para ellos, pues les crea un rencor hacía algo intangible y desconocido, que toma forma en el mismo momento del enfrentamiento.
La estrategia se trata de llevarlos al enemigo gobierno y sus representantes (fuerza pública) a quienes se combate y derruye a toda costa. Este odio sembrado en el corazón de los niños dificulta grandemente su retorno a la paz y los convierte en peligro social, contexto que demanda un gran compromiso al negociar. . Porque se desarman los cuerpos, ¿pero los corazones cuándo?