Amo a Miami por los hermosos robles que cubren las calles de Coral Gables, como si quisieran abrazarse unos a otros. Árboles sembrados hace décadas, sobrevivientes de muchos huracanes y tormentas tropicales.
Pero no son éstos los únicos árboles magníficos que decoran a esta ciudad. A los robles los sobrepasan en frondosidad y belleza los grandes ficus que cubren algunos sectores del Main Highway, la antigua autopista declarada, hace años, patrimonio de la nación, la cual, corriendo hacia el sur llega muy cerca a la entrada de los cayos.
Especialmente hermoso es el trayecto posterior a la rotonda Cartagena, portadora del nombre de la Ciudad Heroica por encontrarse allí una copia de la escultura de los Zapatos Viejos, referente al poema del cartagenero Luis Carlos López. Sucede que Coral Gables es ciudad hermana de Cartagena.
Sin embargo, nadie conoce la verdadera belleza de Miami si no ha presenciado a las poncianas o flamboyanes, florecidos en mayo como una explosión de fuego. Entonces, las calles se visten de rojo anaranjado, un festín para los ojos.
Y qué de los puentes y caminos que atraviesan el Gran Canal, para llegar a Miami Beach. Cada uno más bello que el otro. Cuando los transitamos es deleitante observar el inmenso canal, moteado de toda clase embarcaciones, inclusive blancos veleros navegando suavemente sus aguas como gaviotas.
Desde el MacArtur Causeway divisamos la Bahía de Vizcaya, rodeada de rascacielos, museos y el puerto de Miami, siempre embellecido con la presencia de los cruceros allí fondeados, todos compitiendo en diseño y extravagancia.
Amo a esta ciudad por los absurdos azules de su mar y su cielo, las bandadas de pericos, garzas y pelícanos, las inagotables playas de arenas doradas, los mansos manatíes, visitantes de los canales en invierno en busca de aguas menos frías.
Pocos saben que Miami es una ciudad de intrincados canales que llegan al mar, posibles de recorrer en bote, canoa o Kayak. Pocos conocen el faro de Key Biscayne, la antigua escuela de Coconut Grove, los fantásticos murales de Winwood, la Ópera, el Jardín Fairchild, espectacular jardín botánico, poseedor de una importante colección de palmas y un mariposario contenido entre un inmenso cubo de cristal. Esta es una ciudad plena de misterios y encantos listos a ser descubiertos.
Más, Miami es ante todo una ciudad de puertas abiertas que nos da la bienvenida a todos. Aquí, han llegado miles a tratar de reconstruir sus vidas. Inmigrantes latinoamericanos y caribeños que todo lo han perdido, empobrecidos, abrumados de tristeza, desposeídos hasta de su futuro, por dictadores de toda calaña. Aquí han sido acogidos, han reconstruido sus vidas y hoy son la fuerza y las raíces que sostienen a la ciudad.
En Miami todos nos sentimos a gusto pues encontramos nuestros acentos, nuestra música y el tentador aroma de nuestras comidas. Esta ciudad le pertenece a cada cubano, haitiano, venezolano, colombiano, brasilero, dominicano o nicaragüense que la haya conquistado.
Aquí todos han dejado su tristeza atrás y han creado futuro. Esta es una ciudad plena de toda esa alegría que traemos los que pertenecemos al Caribe y a las tierras latinoamericanas. Aquí se baila y se canta, tanto en español, como en portugués y francés caribeño. Miami es amable, bella y alegre, ¡Miami es un sueño!