Regresaron las “movilizaciones” convertidas en orgías de violencia; volvió la zozobra y las dificultades para los más pobres; volvió la amenaza de paro y destrucción económica, ya convocado por Petro, como si no tuviéramos suficiente con la pandemia; vuelve el caos como arma política.
El abuso de fuerza de dos policías contra un ciudadano fue un verdadero “papayazo” para los interesados en desestabilizar el país y resucitar como redentores. Su conducta fue desproporcionada y bárbara, y deberán responder individualmente a la justicia. Pero…y qué de la conducta social, qué del linchamiento mediático de la Policía como institución, y del linchamiento físico, de la cacería de policías que también vimos en las redes; qué del vandalismo, que no solo desencadenó más muertes, sino un escenario de caos y destrucción. ¿Quién responde?
Quien debería hacerlo en Bogotá no lo hace. En agosto de 2019, Claudia López exclamaba ante los medios: ¡Yo voy a ser la jefa de la Policía, voy a coordinar la seguridad como principal prioridad!, pero olvidó esa promesa prioritaria y le escurrió el bulto a esa responsabilidad, a juzgar por las manifestaciones violentas de 2019, por la reaparición del vandalismo el 9 de septiembre y por sus propias declaraciones.
Claudia López ha demostrado ser todo, menos jefa de la Policía. En lugar de presidir la sala de crisis mientras la ciudad ardía, prefirió hacer una Mesa de DD. HH y Convivencia para poner en la picota pública a la Policía Nacional.
En sus declaraciones ha sido instigadora: “Los invito a que nos movilicemos con indignación, pero no a la destrucción”, pero ella sabe que la movilización pacífica es el escenario para la infiltración del vandalismo, algo que también sabe el señor Petro, dedicado a hurgar en las heridas individuales para sacar la gente a las calles y, detrás de la gente…, los vándalos.
Ha sido evasiva de sus responsabilidades. La jefa de la Policía no le puede exigir a la Policía que pida perdón, si ella misma no lo hace. ¡Es la jefa! Es evasivo sumarse a la corriente y pedirles -qué digo-, exigirles al Presidente y al Congreso una reforma estructural de la Policía. Eso es lo que todos pedimos, pero no la respuesta de la directa responsable del orden público en la ciudad. Es populismo barato que la jefa pida una Policía “desarmada” en una ciudad violenta y armada hasta los dientes por las mafias.
También devino en criminalista y directora de Medicina Legal, pues sin pruebas de balística ni dictámenes forenses, sentenció, pública y sumariamente, que todas las heridas y muertes fueron causadas por la Policía Metropolitana, cuerpo del cual ella es ¡la jefa! No se trata de encubrir a la Policía, pero tampoco de negarle la presunción de inocencia, sobre todo cuando los macabros videos mostraron vándalos armados.
Su sesgo ideológico le cierra un ojo y le impide la objetividad. Los vecinos de Villa Luz en Bogotá estaban asustados en sus casas; no salieron a destruir su propio barrio. ¿Quién lo hizo? Los mismos que destruyeron CAIS, quemaron buses y robaron donde pudieron; los mismos que, a la misma hora y de la misma forma, atacaron en otros barrios de la ciudad.
Es algo orquestado; una clara estrategia: Invitar a movilizaciones pacíficas, como la alcaldesa ¡en plena pandemia!, infiltrar vándalos y, luego, justificar la violencia como respuesta indignada y espontánea de las gentes de bien, algo a lo que se suman con mucho de cinismo y poco de objetividad algunos medios, voceros del “centrosantismo” que, mientras tanto, como Petro, sonríen mirando con codicia hacia 2022.
@jflafaurie