Ocupa el puesto número 9 en la lista de multimillonarios de los Estados Unidos.
Puede ser veinte veces más rico que el presidente Donald Trump.
Fue alcalde de Nueva York y su fortuna le concedía el lujo de cobrar tan solo un dólar de sueldo.
Fundó la que se considera como la agencia de noticias y análisis económico más poderosa del mundo, equivalente en lo político a CNN y Russia Today - RT.
De hecho, esa agencia de noticias lleva su nombre: Bloomberg.
Durante el año pasado, él se mantuvo al margen del debate de su partido Demócrata.
Posando de “niño diferente”, observó desde su pantalla de televisión cómo se fueron quedando en el camino, uno a uno, los más de veinte precandidatos.
Para ponerlo en términos prácticos, él suplía su ausencia con dinero.
De hecho, en el Super Bowl donde actuaron JLo y Shakira, derrochó una cifra astronómica en anuncios publicitarios.
En enero, gastó más dinero en mercadeo que Hillary Clinton a lo largo de toda su campaña hace tres años.
O sea, mucha autosuficiencia, derroche y fortaleza. Pero, al fin y al cabo, el perfecto alter ego de Trump.
Me explico: ¿el partido Demócrata puede darse el lujo de tener como candidato a una fotocopia de su némesis, el presidente Trump?
Siendo aún más incisivos, ¿de qué le sirve a Bloomberg haber despilfarrado su dinero si luego, al intervenir en público, pulverizó todas las expectativas que con su chequera había creado?
En efecto, el miércoles pasado, Bloomberg se sometió, por primera vez, a un debate con los cinco precandidatos finalistas.
Fue a pocas horas de los caucus de Nevada y fue la antesala de sus pobres resultados.
No resistió los ataques, fue impreciso, evasivo, inconsistente y dubitativo.
Incluso, Pete Buttigieg, un muchacho de solo 42 años, condecorado en el campo de batalla, lo hizo mucho mejor.
Homosexual, carismático e intelectual, “Pete” resulta, para muchos, la figura mentolada que puede desvirtuar la gerontocracia que, de facto, parece estar apoderándose del partido.
Con todo, parece que, a la postre, el triunfador será Bernie Sanders: socialista, populista y “peace & love”.
El otro día apareció una fotografía suya, que parece ser auténtica, acompañando en un paseo por La Habana a Fidel Castro y a Ernesto, ‘Che’ Guevara.
Con su programa socialdemócrata, y al mejor estilo noruego, Sanders reclama educación y salud gratuitas, subsidios y toda suerte de anestesias y paliativos.
En definitiva, Bloomberg, Sanders y, en general, todo el aparato Demócrata, se muestra incoherente, contradictorio, disperso y atrapado por una especie de logoterapia sideral.
Para sintetizarlo, el partido Demócrata está descontrolado.
Y, generalmente, el descontrol se traduce en la derrota.