En lo que va del 2020 Colombia ha visto -y su población ha sufrido 43 masacres-, el recrudecimiento de la violencia y el regreso del horror a los territorios. Mientras eso sucede, el país político, sin ningún tipo de vergüenza, está concentrado en hacer acuerdos burocráticos para feriarse las instituciones.
Ese es el caso del pacto a tres bandas que hicieron por la Procuraduría, la Defensoría del Pueblo y la Corte Constitucional. Como el Gobierno quiere tener Procurador, movió la manguala para elegir a su exministra Margarita Cabello, entregando la Defensoría del Pueblo a los conservadores y prometiendo mover sus fuerzas para votar por el candidato de los liberales a la Corte Constitucional.
Dirán que la política siempre ha funcionado de esa manera y que con este tipo de acuerdos se gobierna. Aceptando que así sea, que lo hagan promoviendo gente idónea para la majestad de los cargos y no simplemente el recomendado del cacique al que le tocó el turno.
El jueves de la semana pasada fueron escuchados ante el Congreso los candidatos a magistrado de la Corte Constitucional y el que está ungido por el expresidente Gaviria, el que dentro del acuerdo será el elegido, fue el de la exposición más pobre y mediocre. Fue tan evidente la diferencia entre la presentación de Marino Tadeo, candidato de los liberales, con la de Jorge Enrique Ibáñez y Natalia Henao, que los propios congresistas son conscientes de la vergüenza que sería su elección, aunque poca tienen.
En las dinámicas del Congreso los partidos se respetan los acuerdos y por eso, a pesar de saber que dentro de la transacción más reciente se seleccionó al peor de los candidatos, no se atreven a incumplirlo. El cinismo llega a tal punto que prefieren ser fieles a los pactos burocráticos que al ciudadano que los eligió esperando que llegaran a sus cargos a tomar las decisiones más convenientes para el país. Actúan como si fueran bandidos que no se incumplen la palabra, respetando un supuesto honor de “caballeros” pero en detrimento del futuro del país.
Los conservadores saben que Jorge Enrique Ibáñez es mucho mejor que Marino Tadeo, pero como ya se repartieron el botín de la Defensoría del Pueblo con Camargo, no se atreven a votar por él e incumplir lo pactado. Por su parte, los liberales también saben que Natalia Ángel es mejor que Tadeo, pero como su jefe lo apadrinó, votarán por él.
En conclusión, todo queda a merced de vaivenes políticos y no de lo más conveniente para la Corte. Tribunal que toma las más trascendentales decisiones para el país, por lo que no debería entrar en el juego rastrero de los partidos políticos. Que en vez de irrespetar la majestad de esa institución con miopes acuerdos, deberían estar concentrados en cómo frenar el derramamiento de sangre que empezamos a ver nuevamente. A punta de transacciones, mirándose el ombligo y pensando solo en sus intereses no van a lograr mantener el orden y muchos menos cuando los territorios están a punto de ebullición.