A pesar del trascurrir de los siglos, las pasiones humanas permanecen inexorablemente en todas las ambiciones políticas.
Los griegos se apasionaron de un deporte cuyo único mérito era la fuerza bruta. A pesar de los grandes avances de la civilización, los griegos en la guerra se unían para luchar contra los troyanos según sus creencias y cultura.
Ya por estas épocas, siglo XXI en Colombia se expide la Ley 1909 de 2018, denominada Estatuto de la Oposición, norma que establece las disposiciones para el ejercicio, la protección del derecho a la oposición e independencia de las organizaciones políticas.
Se considera que el ejercicio de la oposición política es fundamental para la consolidación de la paz, la justicia social y la reconciliación nacional, principalmente con el surgimiento de nuevos partidos y movimientos políticos que requieren garantías plenas.
Llevada a la práctica esta “ejemplar norma democrática” los colombianos suponíamos que los representantes de los partidos políticos, congresistas denominados “honorables padres de la Patria” consolidarían una imagen diáfana del Congreso, serían llamados “próceres de un Congreso admirable”.
Desafortunadamente estos “padres de la patria” siguieron las costumbres de los antiguos griegos, transformaron la fuerza bruta en una mentalidad plena de resentimientos.
Los parlamentarios pertenecientes a la oposición, creyéndose los poseedores de la verdad, sólo tienen un objetivo: “tumbar ministros”, con ello se harán acreedores a una corona de laureles, que los griegos y romanos consagraron en sus inicios al dios Apolo.
Ya lo dice Francis Fukuyama, politólogo estadounidense: “estos nuevos movimientos, son resentimientos acumulados, que se están dando por una falta de reconocimiento, lo que genera una reacción”.
Sabemos que el reconocimiento lo buscan en campaña electoral, amparados por las garantías que les otorga el Estatuto de la Oposición.
Francis Fukuyama agrega: “la suprema ley es la ley de la igualdad, nosotros estamos viviendo en una sociedad con una profunda desigualdad, eso hace que se genere una acumulación de resentimientos. No se puede culpabilizar a un gobierno en concreto”.
Deberíamos atender el llamado que hace Carlos Caballero Argáez en su columna de El Tiempo: “lo que se impone urgentemente en este país es aterrizar a la realidad. Los dirigentes no son conscientes de la gravedad de los problemas que se esconden en sus posiciones tradicionales, en sus intereses o en los dogmatismos y no los enfrentan. Ese comportamiento bloquea la sociedad y destruye la democracia”.
Tiene razón Carlos Caballero Argáez. Auscultando su pensamiento podemos señalar que esos padres de la patria en la oposición, sólo fingen ser auténticos demócratas.
El propósito del Estatuto fue el de garantizar el ejercicio de la oposición, para que en el templo de la democracia las ideas de hombres ilustres fueran un faro de luz, pero hoy lastimosamente sólo tienen eco las ambiciones politiqueras de unos individuos sedientos de poder.
El pueblo no les cree su propósito de luchar contra la corrupción. Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.