¡Colombia, levántate!
Entre los comentarios que ha suscitado la tragicomedia del hundimiento de la premeditada “Reforma a la Justicia”, lo mas acorde con mis angustiosos interrogantes que ese hecho ha dejado en mi alma ha sido el de Carlos Castillo Cardona (El Tiempo 03-07-12), titulado: “¿Quién puede resucitar a este muerto?”. Esa pregunta está en el alma de muchos colombianos de bien, al buscar medicinas para la amada Patria, que la encontramos asfixiada bajo la situación vivida a propósito de esa Reforma. Es que a quienes debieran ser los solícitos vigilantes de ella los vemos confabulados en actitudes que le cierran posibilidad de respiro.
Duras esas afirmaciones pero es que así ha aparecido, en síntesis, lo ocurrido en torno del largo proceso de preparar, discutir, aprobar, para luego, espantados ante la reacción ciudadana, saltar a disculparse, con mutuas hipócritas recriminaciones. Dice Castillo: “el desastre político de las últimas semanas devela el tradicional juego sucio de nuestros tres poderes, no confabulados para hacer el bien general, sino para lograr sus propios intereses”. Ante esa tremenda constatación, llega, dolorosamente, a afirmar que “ante una democracia difunta, todos los colombianos, sus deudos, ya no creen en nadie, ni en nada”. Graves esas constataciones, pero más grave aún que sean verdad.
Ante lo acontecido cabe recordar la Palabra de Dios, en donde hay llamados claros a la sensatez, cuya acogida daría resurrección y vida a Colombia, y a tantos pueblos del orbe. Dice el profeta Amós: “¡Buscad el bien y no el mal, y viviréis… Odiad el mal, amad el bien, defended la justicia!” (5, 14-15). Se busca el mal y no el bien al colocar egoísmos y personales intereses por encima del bien general, que reclama sacrificio y generosidad. Son también enseñanzas como para resucitar sociedades caídas, las que ha proclamado la Iglesia Católica en sus magistrales documentos sociales, incluidos documentos del Concilio Vaticano II, como su magistral Constitución “Gaundium et Spes”.
Grandes enseñanzas tenemos, normas que sería suficiente aplicarlas sin que se requieran más reformas. Cuanto falta son personas que revestidas de honestidad, a toda prueba, y ánimo pleno de servicio, se dediquen a darle a la Patria, en todos sus estamentos, lo que ella y sus gentes requieren. La medicina, está, entonces, en la calidad de los dedicados a ofrecerle a Colombia cuanto se requiere. Que haya limpieza y grandeza de miras en el servicio a la comunidad y no desde corruptos círculos cerrados, repartiéndose entre los poderes gajes y beneficios, como se vio en la fracasada Reforma, que nos ha llevado a estas honduras.
“¿Quién puede resucitar este muerto?”. Esperanzadoramente ha dado alivio lo que se llama “despertar de la conciencia nacional”, a que han aludido atinados articulistas ya de El Tiempo, ya de El Nuevo Siglo. Afortunadamente se ha sentido ese revivir ciudadano ante la alarmante situación del pecado colectivo denunciado. Elegir personas de probidad comprobada para que gobiernen el país, y con sistemas transparentes de escogencia, con reclamo formal de cumplimiento en ejercicio del poder, son maneras de aporte resucitador.
Alberto Lleras, en otro momento de crisis que dio origen a la experiencia del “Frente Nacional” (1958-1974), presentó como fórmula básica a la enferma Colombia: “Pan y Catecismo”. Si no hay radical propósito de efectiva justicia social, si se sigue patrocinando toda clase de laxitud en la vida personal, familiar y social, si se sigue tolerando sin sanciones electorales a los corruptos, nunca resucitará esta Patria que amamos. Sacando a Dios a codazos de nuestra sociedad, de sus leyes, de sus instituciones, de sus costumbres, no tendremos quien diga, con poder y autoridad: “¡Colombia, levántate!”.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.