El 2 de agosto falleció Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, Arzobispo emérito de Tunja y Obispo Titular de Acqua Flavie. Había nacido el 8 de abril de 1942 en Bogotá, siendo estudiante de primeras letras en el Colegio San Bernardo de los hermanos de La Salle y en el Seminario Menor de los Misioneros de La Consolata, comunidad para la cual fue ordenado sacerdote el 25 de diciembre de 1967.
Su noviciado lo desarrolló en Bedizzole, Italia, cursando estudios de Teología en la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma (especializada en la formación del clero misionero y estudiantes en territorios en misión) y de Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá (de los Jesuitas), donde obtuvo también el doctorado en Teología. Realizó en la Universidad de Pittsburg, Pensilvania, Estados Unidos de América, la Especialización en Orientación Psicológica.
Su retiro de la Archidioécesis Tunquensis, se produjo al haber llegado a la edad de retiro canónica, regulada en la normatividad universal de la Iglesia para los obispos y, se fue con la alegría de haber desarrollado en favor de su grey tunjana una fructífera labor, como la transformación del instituto de catequesis en la Institución Universitaria “Juan de Castellanos”, la creación del canal de televisión Tele Santiago, la fundación de la emisora comunitaria católica, el fortalecimiento de boletín a periódico de “Puente Boyacense” y otras acciones, sin descuidar su misión en pro de su presbiterio, que tiene el legado del primer cura de Tunja, presente en la fundación de la ciudad en 1539, fray Domingo de Requejada.
Recuerdo en 1998 a Monseñor Castro Quiroga, cuando en el matrimonio de mi hermana y mi cuñado, pronunció el sermón hablando de la coherencia de vida, que como la del sacerdocio debe estar engastada en los ojales y en los botones. Decía que si se apunta mal un botón de la sotana todo queda torcido y, así es la vida, si uno no actúa con coherencia, todo quedará torcido; sin embargo, no obstante, sus quebrantos de salud de los últimos años, siempre quiso estar fuerte y coherente para llevar la voz del pastor, no solo a su arquidiócesis, sino también a las víctimas del conflicto como presidente de la Comisión Nacional de Conciliación, razón por la cual se ganó el título de pastor de La Paz.
En dicha Comisión, su gestión se centró en la solución política negociada del conflicto colombiano, la toma de conciencia por el respeto y la promoción de los derechos humanos, la importancia de aplicar el derecho internacional humanitario y, la necesidad de diseñar una política nacional y permanente de paz en el Estado colombiano, lo que le permitió participar también de los diálogos de La Habana.
Como escritor, entre sus varias obras se destacan “Hola padrecito… excavar con cariño en la mina de tu ministerio”, escrito para que ellos sacerdotes que no tienen tiempo de leer sobre su ministerio sacerdotal y donde les invita a empezar la lectura por “médicas dosis” y, “como la gana de comer viene comiendo, nada raro sería que un buen día te des cuenta que has llegado al final del libro”; se le suman “Hola padrecito posmoderno… o casi”, que busca volver a abrir los corazones posmodernos a la realidad del Ministerio de Dios con la fuerza de la palabra y del espíritu y con gran sentido de esperanza y, “El amor de mi diosito”, que es un empujón gentil al encuentro personal con Cristo y con la Iglesia, ofreciendo el primer anuncio de evangelización.
La fidelidad de Castro Quiroga a Jesús, “Príncipe de la Paz”, le hizo ganar el título evangélico de hijo de Dios, lo cual desde la Presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia (2005-2008 y 2014 a 2017) le hizo merecedor al respeto de sus pares.
El arzobispo emérito de Tunja fue fiel cumplidor del lema del beato José Allamano, fundador de los Misioneros de La Consolata: “Ser misioneros en la cabeza, en la boca y en el corazón”.